Mostrando entradas con la etiqueta CENTRIFUGAPOEMAS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CENTRIFUGAPOEMAS. Mostrar todas las entradas

27 de marzo de 2025

CENTRIFUGAPOEMAS 58

Ayer por la mañana
fallecí varias veces
en apenas noventa minutos.
Abrasado
por un sol
que no tiene perdón.
Luego resucité
bajo las raquíticas ramas
de una palmera que parecía depresiva.
Un paseo por el mar
que prometía ser delicioso.
Pero no... no lo fue.
El sol.
El puto sol de primavera
que estaba más encendido que nunca.
Los paseos por el mar
hay que hacerlos en invierno
cuando sólo hay muertos
dando vueltas sin sentido
y gente expulsada de los futuros.
Con frío.
Con viento.
Con nubes.
Con lluvia y mi paraguas invencible.
El sol de primavera es un sinvergüenza
que no conoce la piedad ni la compasión.
También lo son las cotorras
que cotorreaban caminando detrás mío.
Qué dolor de cabeza escuchar esas voces.
Qué tortura para la humanidad.
Deberían coserles las bocas
o ponerles cemento en las gargantas.
Cuando no puedo más me quedo quieto
y dejo que pasen
y que se alejen con sus voces borrachinas
y no voy a negarlo
miro sus nucas con mucha intensidad
pero hasta ahora no he logrado nunca que exploten.
Cuando me recuperé de las muertes
y de la resurrección
que no es tan bonita como parece
volví de sombra en sombra
hasta llegar a mi refugio hogareño
donde volví a ser el que era pero sudado.
Y entonces uno de los locos que me habita
tuvo una idea proporcional a su equilibrio mental.
Una sauna, dijo!!!
El resto de los que habitamos el cuerpo
no nos lo podíamos creer pero ayer le tocaba mandar a él.
Salimos de casa resignados
y vestidos con ropa deportiva de verano.
Y a la sauna fuimos todos dentro del mismo cuerpo.
Hay que reconocer que el sudor de la sauna es hermoso.
Es un sudor de rancio abolengo.
Un sudor de corona real.
Yo diría que está emparentado con las monarquías nórdicas.
Nada que ver con el sudor urbano más propio de las clases bajas.
En la sauna fallecí dos veces o tres pero fue bonito.
Y la resurrección con duchas de agua helada entre cada fallecimiento
no tiene nada que envidiar a la de Lázaro ni de otros si los hubiera.
Después el loco mandón nos llevó al cuerpo
y al resto de dueños del cuerpo
a flotar y relajarnos en la piscina de agua tibia.
Allí nos enamoramos de una señora alemana de bonita sonrisa.
Pero cuando habló tenía voz de cotorra germánica 
y ya todos buscamos su nuca para mirarla intensamente
con intenciones explosivas que lamentablemente no tuvieron lugar.
Dado que la Frau Cotorra se empeñaba en socializar
no nos quedó más remedio al cuerpo y a todos los que lo habitamos
que irnos a nadar a la piscina de agua fría donde el sol se deprime a diario.
Allí decidimos estar un buen rato
y después de una maravillosa ducha sagrada
volvimos al refugio hogareño sin toxinas y con la piel silbando.
Incluso el sol nos miraba enfadado.
Y me pareció que nos amenazaba con una voz de cotorra ardiendo...
Pero claro...
el sol no tiene nuca
y si la tuviera no hay que mirarla
porque dicen los profetas ciegos
que nos jugamos de por vida las retinas.
Por la tarde
y después de una buena siesta
volví/volvimos al mar... sí, al mar, cosas del loco mandón.
Pero el sol ya estaba falleciendo y sus rayos daban risa.
Incluso se podría mirarlo un buen rato
y luego denunciar a los profetas ciegos por sus advertencias exageradas.
Por la tarde ya estaba protegido con auriculares y música de jazz.
Auriculares anticotorras que impiden los ataques de esas voces demoníacas.
Y me sentía muy bien.
Mejor dicho nos sentíamos todos los de este cuerpo.
Con la piel muy limpia.
Con las toxinas exterminadas.
Con la mirada clavada en el horizonte.
Con mil poemas locos, ayer mandaba el loco, dando vueltas por la cabeza.
Con una brisa amable que juraba odiar al sol.
Con ganas de escribir un poema muy largo entre todos.
Con muchas sonrisas de felicidad dentro del cuerpo que nos contiene.
Al final volvimos a casa llevando a hombros al loco que tan bien nos dirigió.

2 de marzo de 2024

CENTRIFUGAPOEMAS 57

La noche es de los canallas.
Ellos la iluminan.
Zigzaguean intrépidos
por las calles asustadas
montados en sus escobas de neón.
Mientras tanto
en las barras de los bares
las parejas de futuros divorciados
parlotean irascibles sin apenas escucharse.
Me escapo lo más rápido que puedo
y salgo en busca de algún remanso de paz.
La conciencia me dice: vuelve, vuelve a casa.
Pero si vuelvo la maldita conciencia se burlará.
Sigo por los laberintos de la noche
esquivando grupos de canallas desahuciados por la vida.
Los veo.
Los pienso.
Me apenan.
Ellos aún no lo saben pero sufrirán.
Cuándo será que la vida los dejará KO?
En qué lugar abrirán los ojos y contemplarán su ruina?
Yo recuerdo cuando contemplé la mía.
Fue un día inesperado.
Justo cuando las campanas repicaban por mí.
Justo cuando los futuros se inclinaban a mi paso.
Justo cuando todos me regalaban los oídos con flores de palabras.
Yo no vi venir al demonio.
No lo esperaba.
No lo imaginaba.
Y entonces todo se derrumbó.
Y mi vida se agrietó en todas direcciones.
Y me resquebrajé por dentro.
Y ya nunca más fui el que había sido.
Vuelvo a la noche del ahora.
Dejo atrás las campanas, las flores y lo que pudo ser.
Ya fallecí.
Ya no hay caso.
Me siento en un banco improbable bajo un árbol que dormita.
Veo desfilar la vida en todo su decaimiento.
El cielo está apagado.
La calle seca y estremecida.
En las terrazas beben y beben los desheredados hijos de la noche.
Igual que los peces del río pero sin villancicos.
La navidad quedó atrás.
Y con ella todas sus mentiras de purpurina y buenos deseos.
Llegó enero.
Y luego febrero.
Y ahora marzo.
Y no hay bombillas de colores en los balcones de las casas.
Ni regalos para ocultar el horror de la gran tragedia.
Los meses de invierno empiezan bonitos pero acaban angustiados.
El mundo y la vida no dan para más.
Hasta los farsantes navideños acaban arrinconados cualquier día
y comprenden, aunque jamás lo reconocerán, que van camino del olvido.
Pienso en lo que vendrá.
Y un feroz gato angustiado me araña por dentro.
Me dan ganas de maullarle a la luna.
La busco y no la encuentro.
Si está los edificios la esconden.
O quizás ella no quiera verme.
Le he prometido tantas cosas que luego no le he dado...
Echo de menos su belleza y su luz.
Las únicas luces blancas que veo son las de las escobas de neón.
Esas escobas pilotadas por canallas intrépidos.
Siguen zigzagueando por las calles buscando un paraíso que no existe.
Pero eso no puedo decírselo.
Eso lo descubrirán ellos mismos en el futuro.
Ese futuro oscuro, terrible y hambriento que sin duda alguna los devorará.

10 de noviembre de 2023

CENTRIFUGAPOEMAS 56

Estos días no estoy.
Ando por caminos
de los tiempos fallecidos.
El otro día
visité una tumba
de recuerdos casi prehistóricos.
La placita está.
Las calles también.
Incluso los locales
que ahora
se dedican a otras cosas.
Pero ni rastro de mis amigos.
Ni tampoco encontré vestigios
de aquellas muchachas tan hermosas.
En su lugar había una tarde anochecida.
Y niños pequeños jugando en columpios.
Y padres nuevos que los vigilaban.
Y mis pasos atardecidos resonando inútiles
por aquel barrio que tantas veces me contempló.
Me vi en la antigua cafetería
que ahora es una sandwichería muy moderna.
Atrapado y congelado
en la calle del tiempo
fui cambiando las cabezas de los clientes
que parloteaban en una mesa
por las de mis amigos y la mía
que extraje de un recuerdo
perteneciente a un domingo tarde
de hace muchísimos y destartalados años.
Y en ese milagro de memoria rejuvenecimos.
Y ahora éramos nosotros los clientes.
Y volvimos a querernos.
Y a reír.
Y a bromear.
Y a hacer planes para tantos futuros.
Y a jurarnos amistad eterna.
Y nos perdonamos todo el olvido que nos azotó.
Y mi corazón sonreía.
Y una lagrimita traviesa quería salir pero no la dejé.
Y sentí feliz a mi corazón.
Pero el hechizo de pronto se apagó.
Y los clientes volvieron a tener sus verdaderas cabezas.
Y mis amigos y yo nos arrugamos de golpe.
Y desaparecimos de los tiempos del ahora.
Y me quedé solo en la calle.
Escuchando música de aquellos tiempos en mis auriculares.
Entonces di un último paseo.
Y me despedí para siempre de la placita
y también de las calles
y de esos locales donde había sido tan y tan feliz.
Y me fui para siempre.
Y el metro me engulló.
Y sentado en uno de los vagones
me vi reflejado en el oscuro vidrio de enfrente.
Y contemplé resquebrajándome cómo el tiempo no tiene piedad.
Y observé a la gente.
Gente joven la mayoría.
Cómo reían.
Cómo bromeaban.
Cómo se querían.
Cómo les mimaban los futuros.
Y me fui haciendo insignificante y pequeño.
Y cuando llegó mi parada recogí mis huesos y me bajé.
Y salí a la calle de mi ahora.
Y la noche, el frío y el viento me esperaban.
Impasibles.
Serios.
Atroces.
Cansados de mis desvaríos melancólicos.
Y me acompañaron a casa sin decirme ni tan solo una palabra.

21 de diciembre de 2022

CENTRIFUGAPOEMAS 55

Camino por los caminos
que mis pasos ya caminaron.
Estos días me he regalado tiempo.
Ayer tarde deambulando sin brújula
por el centro de la ciudad
volví a ver el termómetro gigante.
Marcaba 13 grados.
Y todo se disparó.
Invierno de hace mucho.
El mismo termómetro a dos grados bajo cero.
Mis botas camperas.
Mis tejanos.
Mi barba.
Mis libros y libretas.
Todos caminando y tiritando hacia la biblioteca.
Son poco más de las nueve de la mañana
y mis pasos van en busca de un futuro que no intuyo.
En la biblioteca: mi posible novia y sus dos amigas.
Hace días que compartimos mesa, tiempo, miradas y suspiros.
Me ven.
Cuchichean.
Y mi posible novia se ruboriza.
Al otro lado de la mesa me aposento.
Frente a ellas.
Mirándolas de vez en cuando como por equivocación.
Y el reloj del corazón dando las horas cada vez más rápido.
Qué habrá sido de ellas?
Dónde las habrá llevado la vida?
Habrán sido felices?
Si alguna vez han vuelto a la biblioteca me habrán recordado?
Nunca sabré las respuestas.
Es posible que algún día nos hayamos cruzado invisibles
por las calles ciegas donde caminan los que olvidan los recuerdos.
Son tantas las cosas que quisiera saber.
Volver sobre mis pasos y descifrar los futuros que perdí.
Encontrarme con los sentimientos que me hacían vivir en la luna.
Y abrazarme a ellos.
Y volver a tener futuros.
Y volver a latir por la vida con ojos de hombre por hacer.
El termómetro gigante sigue imperturbable en su trono de tiempo invencible.
Ha visto pasar millones de vidas.
Y no dice nada.
Sigue marcando los grados con absoluta indiferencia.
Lo miro y lo admiro.
Él seguirá aquí cuando yo ya no esté.
Él seguirá aquí cuando mi posible novia y sus amigas también se vayan.
Él seguirá aquí custodiando el eco de recuerdos bonitos que hoy me han besado.
Me despido de él y de ellas.
Sigo caminando por los caminos del ahora.
Sin libros.
Sin libretas.
Sin prisa.
Sin suspiros.
Sin botas camperas.
Ya no hace el frío que entonces hacía.
Ahora camino invisible entre riadas de gente que van de compras.
Quizá de aquí a unos años vuelva a caminar por algún futuro que ahora tampoco intuyo.
Quizás entonces no recuerde al termómetro gigante.
Ni a mi posible novia ni a sus amigas.
No lo sé.
Ni lo quiero saber.
Veo a la gente que me rodea.
La mayoría son jóvenes y tienen risas y grandes entusiasmos.
Aún no han descubierto sus futuros.
Aún caminan por los laberintos del tiempo que acaricia sus ilusiones
Sigo caminando en busca de luces en mi corazón.
De repente oigo un rumor.
Me acerco.
Oigo cantar: 
Feliz Navidad...
Feliz Navidad...
Feliz Navidad... 
Próspero Año y Felicidad...
Una y otra vez.
Sin parar.
Cada vez más cerca el estribillo me remueve el corazón.
Ahora los veo.
Me planto ante ellos y me hago niño.
Son unos treinta estudiantes de medicina cantando.
Enfundados en sus batas blancas cantan y cantan villancicos sin parar.
Cantan y sonríen.
Sonríen y cantan.
Ahora soy el niño más niño que nunca fui.
Algo se me ha roto por dentro y ya nada lo puede parar.
Ahora soy una lágrima tan gigante como el termómetro de mi juventud.
Han vuelto todos: mis padres, mis amigos, mis recuerdos y el espíritu hermoso de la Navidad.

3 de julio de 2022

CENTRIFUGAPOEMAS 54

Ha llegado el calor
y ha convertido a la población
en un rebaño de sudorosos muertos vivientes.
Los miro y apestan.
Los huelo y no quiero verlos.
Sentados en bancos y terrazas
con la mirada ondulando en el aire decrépito
se van calcinando lentamente como pollos sin cabeza.
Los miro y vomito virtualmente.
Imagino las cucarachas recorriendo sus tráqueas.
Imagino su ropa interior tan gastada, sudada y repugnante.
Imagino sus órganos vitales jugando a la lotería
para por fin librarse de esos envases humanos tan insoportables.
El órgano que gana provoca un ictus
o un desmayo de esos tan espectaculares
o el principio de una demencia que aterrorizará a sus familiares.
El verano es una venganza de los dioses equilibradores.
El sol quema pieles y siembra tumores 
que el futuro despiadado recogerá en miles de diagnósticos.
Pero da igual.
Los borregos no piensan.
Los borregos no sienten.
Los borregos se queman.
Y lo peor.
Se mueven.
La marabunta de descerebrados jamás está quieta.
Van en manadas destrozando el planeta allá donde pasan.
Hoy mismo deberían derretirse todos los aviones.
Hoy mismo deberían hundirse todos los cruceros.
Hoy mismo tendrían que fundirse todos los trenes.
Y los coches deberían estallar a lo largo y ancho del planeta
como si fuera la nueva navidad que celebrarían los humanos que sobrevivieran.
Y todos los turistas deberían volver a sus casas por carreteras, caminos y senderos
arrastrando las maletas de ropa sucia, ridículos souvenirs y toallas robadas de los hoteles.
Y el resto volver nadando entre medusas asesinas y tiburones hambrientos.
Pero no ocurre.
Ahí están esas alimañas.
Ahí están intentando destrozarlo todo.
Punto y aparte antes de que decida ahorcarlos.
Llegó el verano y resucitaron los vagos.
Es su época preferida.
Instalados en la molicie imaginaria de sus vidas agotadas deciden no hacer nada.
Todo se atrasa.
Todo se ralentiza.
Todo es un interminable vuelva usted mañana.
Los vagos son los bostezos de Lucifer.
Desde aquí animo a los mosquitos a que los acribillen.
Desde aquí animo al Estado a que cree centros para internarlos.
Desde aquí animo a las pantallas de televisiones, móviles y tablets a que se fundan en negro
y los dejen perdidos en esa bruma sucia de vida donde dormitan desde la mañana hasta la noche.
Las vacaciones transcurren entre turistas, vagos y mentirosos.
Aún recuerdo cuando yo socializaba.
Suerte que me fui de ahí.
Venían de vacaciones con todas las mentiras a punto de explotar en sus bocas.
Y pretendían que yo los escuchara.
Y durante años los escuché.
Luego fui aprendiendo a fingir que escuchaba mientras pensaba otras cosas.
Por ejemplo: degollarlos.
Ellos hablaban de resorts caribeños.
De cruceros por las islas griegas.
De Rovaniemi haciendo el turista subnormal para intentar ver a Papá Noel en verano.
De circuitos africanos viendo saltar a los masáis a cambio de cien dólares y si no, no saltan.
De las Maldivas y yo pensando en mi mala vida por tener que escucharlos...
Y pasé de fingir a pensar de forma preocupante
en cómo exterminarlos sin dejar rastro
mientras los pesados recalcitrantes seguían mostrándome fotos dignas de personas dementes.
Y al final decidí erradicarlos de mi vida.
Y lo conseguí.
Ahora no sé quiénes son las víctimas que soportan sus desquiciadas crónicas viajeras.
Me da igual.
Yo no.
Y estoy muy contento por ello.
Vivir entre la misantropía y la insociabilidad más hermosa tiene premio.
Y lo agradezco de corazón.
Yo ahora soy muy amigo de las puertas y de las paredes.
Y también de las sombras.
Y por supuesto del maravilloso silencio.
Las puertas y las paredes son mi escolta personal.
Cuando salgo a la calle, he de comprar comida y caminar, no tengo más remedio que verlos.
A algunos las cucarachas ya les han conquistado la cara.
A otros en cambio han sido las ratas que además con sus colas les azotan el inservible cerebro.
Y otros han sido alelados definitivamente por despidos justicieros enviados por la divina providencia.
Circulo veloz entre ellos.
He aprendido a esquivarlos.
Pero a veces colisiono contra sus hombros.
Cuando eso ocurre las gaviotas chillan en el cielo avisándome del peligro que corro.
Entonces voy más rápido aún.
Busco calles vacías.
Busco sombras reparadoras.
Busco tiendas medio olvidadas.
Me da igual que lo que compre esté o no de oferta.
Solo quiero vacíos, distancia y protección ante la marabunta oligofrénica.
Y por fin vuelvo a casa.
Entro y cierro con doble vuelta de llaves.
Y le doy las gracias a las puertas y a las paredes.
Y me emociono cuando el silencio me saluda guiñándome un ojo.
Y en la penumbra que me regalan las sombras generosas vuelvo a ser un poco de lo que fui.
Y respiro bien.
Y me relajo.
Y pienso que no falta mucho para que otra vez el mundo estalle.
Estallará en inacabables llamas de guerras que sí o sí han de venir a reconfigurarnos.
Nadie frenó el tren de la humanidad loca, egoísta y perturbada.
Y cualquier día se estrellará contra el muro de la historia que se repite.
Y el tiempo y el espacio harán sitio para interminables cementerios de cruces y cascos.
Y ataúdes blancos para niños.
Y mujeres violadas por jaurías de soldados que hay que exterminar.
Y las tragedias que aprendimos de pequeños volverán a reproducirse en una maldición que no cesa.
Y la muerte se vestirá de gala.
Y recogerá millones de cadáveres.
Y la poesía se escribirá con mucho dolor y zumo de hambre.
Y los poetas se volverán locos.
Y algunos escribirán en el aire.
Y otros en los charcos de sangre.
Y otros en las tumbas vacías de los jóvenes que no volvieron del frente.
Y en las calles los misiles y las bombas sortearán visados turísticos para disfrutar rápidamente del más allá.

27 de diciembre de 2021

CENTRIFUGAPOEMAS 53

El frío se ha pegado un tiro.
Es invierno
y al mediodía
apetece bañarse en el mar.
En un mundo loco, un tiempo loco.
Las familias van recuperándose de la farsa.
Se lamen las heridas.
Se disimulan las cicatrices.
Se esconden los propósitos de no verlos más.
Nada nuevo bajo el sol.
Ahora vendrán los brindis del próspero año nuevo.
Y bla, bla, bla...
Luego barrer, fregar y desinfectar.
Y otro año horroroso esperándonos hambriento.
Las noticias 
siguen escupiendo
contagios, vacunas y miedos.
Dos años así.
Dos años martilleándonos a diario.
Y eso no es lo peor.
A esas cifras demoledoras hay que sumar
la cantidad de gente que ha quedado lela de por vida.
Los veo caminando "al aire libre" con la mascarilla incrustada.
Como si algún animal extraño les hubiera devorado el cerebro.
Me da la risa, y claro, un buen consejo:
Los que llevan mascarilla
"al aire libre"
deberían ponerse también
un embudo en la cabeza
y sacar la lengua hacia un lado
mientras bizquean los ojos
para estar totalmente protegidos.
Vale.
Paro ya.
No hay nada que hacer.
El gobierno de profetas chiflados así lo ha decretado.
Eso sí.
Conmigo que no cuenten.
El otro día un pájaro negro me miró fijamente desde una rama triste.
Entendí el aviso.
Vienen tiempos difíciles para mí.
No de salud.
Tiempos difíciles de vivir.
Hace tiempo que lo intuyo y las señales son cada vez más evidentes.
Y ahora no hay refugios.
No tengo miedo de nada ni de nadie.
Pero sí de mí.
Le pregunto a Google.
Me responde vaguedades, espejismos y mentiras edulcoradas.
A quién preguntar?
No conozco a nadie que tenga Luz.
Ni sabiduría.
Todos vamos dando cabezazos entre los mismos parámetros desquiciados.
Sin rumbo.
Sin brújula.
Y nuestro mundo, nuestro ayer, nuestro tiempo, nuestras vidas se desmoronan.
A veces me gustaría ser ciego de corazón.
Y no ver.
Y no sentir.
Y no sufrir.
Pasar por la vida obedeciendo y sin criticar.
Como un borrego feliz.
Pero me resulta imposible.
Quizás esté maldito.
Quizás esté pagando terribles penitencias.
No sé si cometí muchos pecados en otras vidas.
Quizá maté a algún rey.
O colgué cardenales y obispos desde altos campanarios.
O fusilé campesinos inocentes.
O secuestré doncellas sin permiso de sus padres ni de la ley
y luego cuando quise devolverlas sus padres y familiares se rieron de lo burro que fui...
Incluso en plena tragedia emocional se me escapa la risa.
A este paso voy a tener que comprarme embudos de colores para lucirlos en la cabeza.

28 de noviembre de 2021

CENTRIFUGAPOEMAS 52

Ahí fuera hay un domingo hambriento.
Vestido de frío y de cárcel.
Si salgo me muerde.
Si me quedo espera paciente.
La ventana me silba.
Voy.
En el cielo languidecen
unas cuantas nubes desnutridas
mientras esperan resignadas
al sol incinerador que las llevará al más allá.
Es un bonito domingo me dice el ángel.
Es un domingo de mierda me dice el diablo.
Les sonrío.
Los pongo delante de mí
y de un palmada los envío al otro barrio.
Palmada... de palmar, jajjaja, qué gracia!!!
Mi cabeza está llena de milagros y fantasmas.
Somos tantos dentro que hay problemas.
Se están creando sindicatos con temibles demandas.
Todos quieren salir en los poemas
y amenazan con huelgas salvajes que paralizarán mi cerebro.
Aunque si eso ocurriera no sé si notaría la diferencia.
Mi cerebro mientras tanto silba blues.
Ahora mismo sueña con ir a Nueva Orleans.
Al poco rato cambia de idea
y fantasea con irse a una isla caribeña
en busca de una memoria graciosa y simpática con la que gozar.
Mi cerebro no tiene perdón ni vergüenza.
Me pasea por todos los tiempos y lugares a la velocidad de la luz.
Y así no hay quien descanse.
Este es el último domingo de noviembre.
La semana que viene aparecerá el temible diciembre.
Los esbirros de diciembre ya han colocado luces por todas partes.
Con tanta luz va a ser más difícil pasar inadvertido.
Y llegarán los villancicos.
Y los balcones con ese Papá Noel delincuente intentando robar.
Y no me extrañaría ver mascarillas con purpurina.
Este año voy a ser bueno.
Aunque no sé si podré.
Voy a intentar no criticar la navidad.
Voy a ser tolerante.
Sí.
Mucho.
Je.
Que cada familia de borregos se reúnan cómo y cuando quieran.
Que compartan cepas, virus y lo que les apetezca.
Que se queden bizcos mirando cómo beben los peces en el río si quieren.
Que destrocen a críticas al resto de la familia cuando vuelvan borrachos a casa.
No pasa nada.
Es Diciembre.
El mes de la navidad.
El mes de las cenas de empresa donde se ríen las gracias de los jefes.
El mes de la lotería hipnotizadora para miradas sucumbidas.
El mes de la nueva variante del coronavirus.
Oh Señor, te damos las gracias por tu bondad y tu misericordia.
Que se arrodillen los ángeles, los diablos, los borregos, los cerebros y las memorias.
Que todos imploren clemencia y salud.
Que todos prometan ser buenos y salvar el planeta y mil cosas más.
Son tan graciosos los humanos.
Son tan simples.
Son tan manipulables.
Son tan "agradables" que mi cerebro y yo cuando los vemos solo queremos escapar.

7 de noviembre de 2021

CENTRIFUGAPOEMAS 51

Despierto en los brazos de la madrugada.
Mi cuerpo y yo
nos damos los buenos días.
Hemos pasado buena noche.
El domingo nace bien.
Hasta las sábanas me acarician.
El silencio me saluda sonriendo.
El silencio
de los domingos
es el mejor.
El más elegante.
El más bello.
El más relajado.
Ahora mismo está tocando
una hermosa melodía muda.
Lo escucho con toda mi atención.
Es como si el mundo dejara de dar vueltas.
Es como si el universo durmiera el sueño imposible.
Viviría en su seno.
Viviría bajo su paraguas invisible.
Pero el silencio tiene vida corta y en nada lo matarán.
Y gemirán las persianas.
Y toserán los coches.
Y cantarán los pájaros sus melodías imperecederas.
Y yo volveré al mundo que da vueltas.
Montaré un decorado de horas para que el gris no me devore.
Saldré a la calle oculto tras las gafas de sol
y con música en los oídos para embellecer la realidad.
Deambularé aún no sé por dónde.
Hoy hay maratón en la ciudad.
Unos corren.
Otros estaremos atrapados en la ciudad confiscada.
No pasa nada.
No pueden encarcelar a los que volamos con el corazón.
Latiré por mundos perdidos.
Buscaré calles olvidadas para desaparecer entre las sombras.
Sombras mágicas.
Sombras acogedoras.
Me gusta pasear entre la nada.
Mirar casas ignoradas y pensar en los que viven dentro.
De vez en cuando se abre una puerta y sale alguien inimaginado.
Cómo son las vidas que desconozco?
Cuántas alegrías y tristezas atesoran?
Qué hubiera sido de mi vida si los hubiera conocido?
Estoy a tiempo aún de conocer algo o alguien que me ilusione?
Nadie responde.
Nadie responde porque no hay respuestas.
Da igual
Seguiré caminando por los tiempos y cosas que no sucedieron.
Y es muy posible que algo despierte mi imaginación.
Una fecha sobre la puerta de una casa.
Un patio donde ríen los geranios.
Una mirada que se oculta tras la niebla de un visillo.
Un balcón anclado en el tiempo que se resiste a modernizarse.
Una azotea donde la ropa tendida cuchichea ruborizada con el sol.
Y entonces brotará algún poema.
Y me sentiré bien mientras le doy vida y forma.
Y el poema me acompañará silbando versos por las calles del domingo.
Y ya seremos dos corazones.
Uno que late.
Y otro que latirá cuando nazca y sea leído.
Una pareja feliz caminando por calles sin tiempo entre latidos y bellos silencios.

27 de agosto de 2021

CENTRIFUGAPOEMAS 50

Otro día más en el reino del terror.
Si existe el demonio este país es su patria.
Veo otros países europeos
y pienso que los Pirineos
son la demoledora frontera del infierno.
Aquí es el reino de los pederastas.
Del maltrato.
Del robo.
De la prostitución.
De los delincuentes impunes.
De los traficantes de drogas.
De la corrupción votada por millones de ciegos.
No hay más ciego que el que no quiere ver.
El reino de los camareros.
La taberna nauseabunda de Europa.
Aquí vienen los turistas más lamentables
y se ríen por cuatro euros de nuestra miseria.
Aquí nací.
Aquí moriré.
En esta desafortunada tierra preludio del desierto
donde el último oasis se evaporó hace mucho tiempo.
Salgo a la calle y da miedo.
Entre zombis y desquiciados la calle es puro peligro.
Suciedad.
Decrepitud.
Degeneración.
La policía ni está ni se la espera.
El civismo fue fusilado hace ya un par de generaciones.
Y los psicópatas son los dueños del espacio público.
La industria se empadronó en Asia.
La cultura de pena.
Y el futuro se ahorcó desesperado en el árbol de la ciencia.
Pero lo peor no es todo lo anterior.
Lo peor son los nauseabundos patriotas.
Esos bichos vomitivos.
Esos que todo lo niegan.
Esos que todo lo esconden.
Esos canallas que se dan golpes hipócritas en el pecho.
Esos que comen bandera.
Esos que desayunan el himno.
Esos que roban a los pobres de su propio país.
Esos mangantes que lucen la deshonrada banderita en su indumentaria.
Sí.
Aquí nací.
Aquí moriré.
Entre medio unas cuántas décadas donde he intentando sobrevivir.
Sobrevivir entre el asco y las injusticias.
Sobrevivir entre la hipocresía y las mentiras.
Sobrevivir en una selva de energúmenos sin bondad ni cerebro.
Sobrevivir entre miserables y ladrones de la alta sociedad.
Y aún así aquí sigo.
Sobreviviendo.
De momento.
Respirando el aire sucio.
Mirando con ira el cielo que todo lo esconde.
Ya no tengo esperanza alguna.
Solo me quedan los poemas y el aislamiento social.
Son la última trinchera.
Mi última esperanza.
Sin ellos soy un hombre muerto.
Todo lo que soñó el niño que fui ha sido devorado por este repugnante país.

4 de agosto de 2021

CENTRIFUGAPOEMAS 49

El cielo promete hoy una buena tormenta.
Espero que cumpla.
Nada me gustaría más que ver ríos de agua
en vez de calles devastadas por el polvo y el sol.
Ríos de agua como poemas de caos, ramas y miedos.
Y vadearlos mientras disfruto como un loco.
Pero no me fío.
El cielo de aquí engaña muchas veces.
De hecho no me fío de nada ni de nadie.
No te puedes fiar cuanto todo se aguanta con alfileres.
Las cosas
y los nombres
hace mucho que mienten.
La realidad está oculta
y lo que vemos es un decorado mentiroso.
Hace un rato me ha parecido ver un espíritu en el baño.
O era el eco 
de un fogonazo de luz 
violando mis ojos adormecidos...
Todo es posible.
Me hubiera gustado que fuera un espíritu.
Le hubiera formulado las preguntas más importantes del mundo:
Espíritu, tú eres tonto?
Qué haces en el baño, chiflado?
Pero creo que no me hubiera respondido.
Los espíritus son muy caprichosos y no atienden a razones.
Eso suponiendo que no fuera chino o japonés.
Y no me entendiera.
Claro que en ese caso podría hacerle una ofrenda.
Eso deben entenderlo bien.
Por ejemplo podría quemar un vecino rociado de incienso.
Y así mato dos pájaros de un tiro.
Bueno, espíritu o fogonazo ya no está.
Ha desaparecido como mi novia imaginaria.
A mí novia imaginaria le ha comido la lengua el gato.
Pobre gato.
Todo desaparece.
Todo se va.
Y aquí me quedo siempre solo.
Viendo como se van los familiares vestidos de muertos.
Viendo como se van los amigos vestidos de abandonos.
Viendo como se van las ilusiones vestidas de viudas rotas.
Viendo como se va la esperanza caminando ciega hacia el abismo.
Un momento!!!
El cielo se refleja en mis pupilas y lee el poema sin que yo le dé permiso.
Parece que le gusta.
Dice que sí moviendo unas nubes arriba y abajo.
Si al cielo le gusta el poema ya estoy contento.
A veces no le gusta y me envía ángeles malditos.
El cielo se cree que son invisibles pero yo los detecto a la primera.
Tengo un don que proviene de la Tierra Media
y de una estirpe de guerreros poetas que dominaron el mundo.
Cada vez que veo un ángel maldito me hago el disimulado
y me acerco lentamente hacia donde se encuentra camuflado
y de repente con un zarpazo poético le arranco las alas invisibles
y lo arrojo con todas mis fuerzas hacia cualquier nube hospitalaria.
Son las siete y media de la mañana.
La tormenta sigue sin aparecer.
El aire se está volviendo muy húmedo.
Casi irrespirable.
Así no se puede escribir ni poemas ni nada.
No me extraña que el espíritu se haya marchado.
Seguro que debe estar ahora en otro siglo y en otro continente.
Quizás asustando a alguna dama en el momento en que sube al carruaje.
O bostezando en un iglú de la noche polar.
O escondido entre los legajos de un monasterio perdido en la montaña.
O visitando a la familia viuda de algún legionario que intentó conquistar la Galia.
O lo más probable
puede que yo haya muerto 
y en realidad ahora soy un espíritu perdido para siempre
que teclea poemas imposibles para la novia imaginaria que ilumina su corazón.

21 de noviembre de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 48

No hay zapatos
para tantas Cenicientas.
Las carrozas están carcomidas.
Pinocho tiene un partido político
y el pobre Gepetto trabaja en Telepizza.
El príncipe valiente llora por las esquinas.
Los siete enanitos regentan un burdel.
Y en Instagram 
la inútil de Blancanieves
habla y habla y habla sobre las virtudes de las manzanas.
De repente: el patio de mi colegio.
Y eso no es ningún cuento.
Hace frío.
Yo soy un niño que huye de todas partes.
El autobús escolar nos deja allí demasiado pronto.
Todos los cerebritos en formación
estamos a merced del viento y de lo imprevisible.
Cada niño es un tahúr en potencia.
Dónde fueron a parar todas las canicas que gané?
Y aquellas pilas de cromos más valiosas que la vida?
El tiempo me mira y se da la vuelta encogiéndose de hombros.
Los días de ahora tienen celofán.
Y nada más.
Los desenvuelvo y un olor aséptico invade mis fosas nasales.
Y ya está.
Otro día como el de ayer y el de mañana.
Esclavos de las pantallas.
Y de los verdugos que nos amenazan.
En televisión salen retardados mentales
productos insípidos de polvorientas universidades
que no han ganado un premio nobel de medicina en su vida
amenazando como demonios a la población de los riesgos que corren.
Los miro y escucho con mucha repugnancia.
Pero encuentro a faltar algo.
Y ya sé lo que es.
A mitad de esas soporíferas explicaciones
debería salir alguien de repente
y atizarles con un zapato en la cabeza
hasta que chorreando sangre
huyeran a los camerinos donde los han maquillado
para que resulten más creíbles para esa población que los escucha arrodillada.
El zapato que no sea de los que necesitan las Cenicientas.
Que ya bastante mal lo tienen las pobres.
Una bota vieja y sucia sería ideal para que dejarán de hacer el sinvergüenza.
Después de los idiotas hablan los tertulianos.
Lo que haría con ellos lo tengo claro.
Pero no puedo decirlo.
Está penado con muchísimos años de prisión.
Cuando todos desaparecen y ponen anuncios
los arrodillados se levantan en sus casas
y se lanzan como una jauría de auténticos desequilibrados sobre el whatsapp.
Y torturan a otros desequilibrados que los leen y contestan.
Y la ansiedad crece y crece y crece...
Y todos quieren seguridad.
Cien por cien de seguridad.
Y quieren mascarillas, y vacunas, y distancia, y restricciones y escafandras...
Y también no morirse nunca.
Y si fueran al espejo verían que ya están medio muertos.
Apolillados.
Arrugados.
Acabándose.
Pero eso el whatsapp no se lo dice.
Ni el instagram.
Allí les ponen colores bonitos para que no piensen en sus próximas tumbas.
Y los políticos se mean de risa cuando piensan en esos atontados que les votarán.
Y no tengo la más mínima duda
de que Edgar Allan Poe hubiera escrito magníficos relatos sobre esos medio cadáveres.
En fin...
Como pille al que tiene mis cromos y mis canicas lo estallo.
Pongo a dormir al niño que fui y sigo.
El sábado, muy impertinente, está leyendo el poema detrás de mi cabeza.
Noto como respiran sus minutos sobre mi nuca desprotegida.
No tengo ningún zapato a mano para reventarle su fisgoneo detestable.
Pero si tengo un golpe de derecha antológico.
Me giro y le coloco dos.
Uno en el estómago
Y otro en su garganta a ver si se asfixia y me deja en paz.
Sábado K.O.
Vencedor Toro Salvaje.
Por cierto dónde están las chicas que dan la vuelta al ring
anunciando el número de asalto sobre sus embelesadoras cabezas?
Estarán en sus casas.
Esperando a príncipes valientes.
A ver si dejan de llorar por las esquinas y les alegran la mañana.
Todo es un desbarajuste.
Ni los cuentos cuadran.
Ni sus personajes son fiables.
Ahora mismo deberían resucitar los autores de los cuentos.
Y dar explicaciones.
Pero no... prefieren estar muertitos y ahorrarse el lamentable espectáculo.
Son poco más de las ocho de la mañana.
Y hoy hace frío.
Pienso en la bicicleta y en el mar.... pero no sé..., hoy las olas deben estar tiritando.
Quizá podría ir andando por la orilla en busca de sirenas que me inspiren un poema.
O también podría dar un paseo por algún parque y hablarle a los árboles sobre el futuro.
O derrumbarme en un banco viendo pasar a los zombies mientras escucho a Vangelis.
O a David Lynch... me gusta su música tanto como sus películas.
O a un buen grupo de percusión africana.
Esto último es lo que más me apetece.
Y puede que en algún momento de gloriosa inspiración me suba al banco 
y les dé un discurso a esa muchedumbre de zombies que pulula de tienda en tienda.
Y para llamar su atención les arroje unas cuantas migas de pan para que se acerquen.
Y cuando esas gallinas atiborradas de redes sociales y tertulianos timadores
estén a mi alrededor les señalaré con mi magnífico dedo acusador
y les diré que su forma de vivir como gallinas cobardes es mucho peor que el coronavirus.

18 de septiembre de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 47

Todavía hace calor
en los estertores del verano.
Las horas se abanican
mientras contemplan
con la mirada rota
un horizonte que se despedaza.
Me despierto en la misma tumba
que me acoge desde hace tantos meses.
No hay vida.
Por la ventana se cuela un silencio de inframundo.
Hasta los pájaros están mudos.
O quizás han huido para no deprimirse.
Me cansa este cementerio.
Un cementerio de latidos tristes
donde los muertos caminan traumatizados.
Me lavo la cara.
Me miro en el espejo.
Quién soy?
Quién era?
Quién seré?
Nadie responde.
Busco respuestas.
Sólo encuentro vacíos
rebotando en un eco que solloza.
He de salir a la calle.
He de continuar con mi papel
para que siga latiendo esta farsa de vida.
Acarrearé mi cuerpo otro día más
por unas calles cada vez más cansadas y decrépitas.
Mientras tanto
en los medios de comunicación
nos seguirán martilleando
para que nos sintamos tremendamente culpables
y aceptemos todas las desgracias que puedan llegar.
Para olvidarme de esos canallas
a todas horas
y en cualquier lugar
leo novelas de cuando la vida era vida.
En ellas los personajes se alegran o se entristecen.
Pero viven.
No es un simulacro, no.
Viven!!!
Pienso que de aquí a unos años
alguien escribirá novelas sobre nosotros.
No serán novelas bonitas.
Serán novelas sobre un tiempo inocente que falleció de pena.

18 de agosto de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 46

A veces el tiempo se para
y las cosas que eran
tan difíciles 
y penosas
de repente dejan de serlo.
Y el aire te llena los pulmones.
Y silbas como los felices.
Y actúas.
Me alejo de los alienados.
Qué placer da
ver como se hacen pequeños.
Ahora vuelo.
En vez de brazos tengo alas.
Y en mi nido hay luz y paz.
El teclado es un horizonte.
Y la pantalla un cielo donde baila la magia.
Me gusta ver nacer los versos
y lanzarlos hacia el futuro
como si fueran palomas viajeras
naciendo hermosas de la chistera de un mago.
Un mago que no espera nada.
Un mago que se fue y ya no volvió.
Un mago que pasea invisible por el verano.
Agosto está resultando amable.
Las calles, muy educadas, me saludan cuando paso.
Yo les correspondo.
Y con alguna creo que está naciendo algo.
Es una calle sencilla.
De esas en las que los ojos tontos no reparan.
De esas con unos cuantos árboles
y una fuente solitaria
que está secretamente enamorada del viento.
Desde el primer día supe
que esa calle tenía algo diferente.
Mis latidos nunca fallan.
Y acerté.
Busco cualquier excusa para pasar por ella.
Que si he olvidado algo.
Que si hay más sombra.
Que si allí siempre cantan las horas.
Y ella me corresponde.
Cada vez es más bonita.
Cada vez luce mejor.
Cada vez está más cerca de mi corazón.
Un día de estos me arrodillaré ante ella.
Y le recitaré este poema.
Y puede que entonces ella me diga que sí.
Y entonces seré latido, cielo, viento, magia y amor.

28 de julio de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 45

Escribo el poema
en mi cabeza
pedaleando
y pedaleando
por las calles
y las casas donde fui.
Hoy no me reconocen.
Hoy me siento exiliado
hasta de mis más queridos recuerdos.
Sigo pedaleando por calles nuevas
buscando un faro que me ilumine el día.
No lo encuentro.
Silencio de cementerio que nadie visita.
Oscuridad en el tiempo.
Hoy las cosas me dan la espalda cuando las miro.
Me canso.
Dejo que pedalee el poema
y yo mientras tanto miro el cielo esperando un milagro.
El cielo tiene la cremallera cerrada.
Los ángeles deben estar durmiendo.
No hay respuestas en ninguna parte.
Si llamara al teléfono de la esperanza
me atendería un muerto que alguien olvidó.
El poema me lleva a una plaza donde no hay pandemia.
O quizá son cadáveres los que ríen, beben, fuman y hablan.
Sigue pedaleando el poema por este martes de final de julio.
Calles nuevas.
Gente nueva.
Último intento.
Nada.
El cielo sigue cerrado.
Aún no son las seis y media de la mañana.
De las casas empiezan a salir mascarillas con gente incrustada.
El poema me los señala.
Van hacia sus puestos de trabajo con el alma envuelta en desesperanza.
El poema arroja la toalla.
Y sus versos se tiñen de un desesperado gris.
Vuelvo a pedalear.
Vuelvo a donde fui.
El barrio empieza a funcionar.
Alguien le ha dado cuerda.
Ahora las calles y las casas me señalan y me saludan.
Incluso el dueño de un bar deja de barrer la entrada y me mira al pasar.
Pero ya es tarde.
El poema no remonta.
El poema no respira.
Doy media vuelta y vuelvo hacia el mundo de hoy.
Paro en una fuente y mojo la nuca del poema con versos caritativos.
Tose.
Y de repente se me echa al cuello.
Me señala el cielo.
Me señala las calles.
Me señala la gente.
Y me dice que volvamos a casa.
Que en este mundo no vamos a encontrar nada que nos alegre el corazón.

11 de julio de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 44

Mi ángel de la guarda ha desaparecido.
Otra vez.
Salió anoche conmigo.
Él no llevaba mascarilla
pero para no llamar la atención de nadie
se tapaba la boca y la nariz con sus alas plateadas.
Fuimos de copas por bares perdidos.
Nos sentamos en taburetes contiguos
y bebimos whisky
y hablamos con gente del otro lado de la barra
que parecían muy agradables, felices y simpáticos.
Yo pagué todo.
Luego salimos y al pasar bajo una farola triste
me di cuenta de que no estaba mi ángel de la guarda.
Lo busqué por las calles inhóspitas.
Lo busqué entre la gente enmascarada.
Lo busqué dentro de porterías asustadas
que me juraron por la vida de sus interfonos que no sabían nada.
Fue inútil.
Miré al cielo.
Le pregunté a la luna pero había salido de fiesta con un cometa resultón
dejando una nota en el cielo que decía "hoy la que se va a iluminar soy yo!!!".
Indagué incluso en las estrellas más lejanas.
Pero no obtuve respuesta alguna.
De repente el cielo era una caja fuerte imposible de abrir.
De repente las horas empezaban a bostezar y me miraban mal.
De repente una fuente descarada me silbó al pasar y yo ni le contesté.
En un banco huérfano de vida y futuros
dejé pasar el tiempo
mientras llamaba a urgencias explicando mi espantosa tragedia.
Pero al otro lado del teléfono vivía la maldad.
La maldad odiaba a los ángeles de la guarda.
Y empezó a reír antes de identificarse como la demonia Matilde.
Literalmente me dijo "soy la demonia Matilde y antes de fin de mes te devoraré".
Asustado corté la llamada
y grité con todas mis fuerzas
para ver si por fin me escuchaba mi ángel de la guarda.
Pero nadie contestó.
En algunos edificios cercanos se iluminaron ventanas.
Siluetas de cabezas asomaron por ellas.
Dedos acusadores me señalaban como si yo fuera el monstruo de la noche.
Salí corriendo como si me persiguiera el diablo.
Salí corriendo como si la demonia Matilde viniera a por mí con todo su odio.
Salí corriendo como si el mundo entero fuera un monstruo que no tenía piedad.
Y volví al bar
y pedí otro whisky
y de repente apareció mi ángel de la guarda.
Me dijo que había estado buscándome y que no me encontraba.
Traía un regalo para mí.
Una caja negra cuadrada con un lazo de color azul cielo.
La abrí.
Y chillé de alegría.
Dentro estaba la cabeza de la demonia Matilde
mirándome asombrada desde el espantoso fondo de sus pupilas heladas.

30 de mayo de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 43

Sábado.
De buena mañana
salgo de casa
y practico terror aeróbico
con la bicicleta
por barrios 
donde la gente bien
no asomaría la cabeza
ni en mil vidas que tuvieran.
A mí me gustan
esos barrios
donde todo es posible.
Si voy a primera hora
casi de madrugada
hay un barrio
que es pura Asia.
A veces me dan ganas
de bajar de la bicicleta
y confraternizar con ellos
pero no sé si sería bien recibido.
Y además no tengo túnica.
Ni gorrito que vaya a juego.
Kufi creo que se llama.
Bueno, quizás un día me compro uno
y también una esterilla
para lo de orar hacia la Meca
y la bicicleta y yo nos convertimos al Islam.
Eso sí, cuando llegue el Ramadán nos damos de baja.
Más tarde 
ese mismo barrio 
es latinoamerica
pero sin bachatas
ni salsa
ni cumbia
ni nada por el estilo
y un par de horas más tarde
en el mismo barrio
aparece gente que me mira mal
y yo no les he hecho nada
y el barrio se transforma de repente
en un parque temático de infinitas posibilidades.
La diversión
y la adrenalina
están aseguradas
a partir de ese maravilloso momento.
En cualquier momento 
la vida te puede cambiar para siempre.
En esos barrios las cosas me quieren.
Los árboles son simpáticos
y las fuentes sonríen descaradas cuando paso.
Pero nadie me trata mejor que las aceras.
Las aceras 
cuando me ven llegar
ya tienen todas las baldosas a punto.
Y paso una vez.
Y otra.
Y otra.
Y algunas baldosas bailan
otras chillan
otras se hacen las interesantes
y otras más picaronas
me susurran cosas que mejor me callo.
En el amor
y en la guerra
hay que ser un caballero.
Siempre.
El terror aeróbico
es una modalidad deportiva
que consiste en pedalear sin descanso
esquivando gaviotas que escarban en la basura
botellas rotas hijas de las juergas nocturnas
y traficantes con cara de haber dormido bastante mal.
El bonus extra
es si un día por error
atropellas a alguien que será vengado
por el código de honor que rige en su familia
desde que el mundo es mundo
aunque le causes un mínimo roce en la bolsa del pan.
Ahí la bicicleta se queda corta.
Ahí necesitas un cohete supersónico
y la protección máxima de todos los ángeles celestiales.
Y aún así estás muerto.
El terror aeróbico es bueno para el corazón
porque los latidos
se disparan (nunca mejor dicho)
por una infinidad de motivos casi inimaginables.
Además el sol allí se porta mejor.
Tiene miedo y sus rayos no queman, sencillamente acarician.
Y las sombras son eróticas.
Se contonean con unos golpes de cadera que me roban el aire.
Y pedalada a pedalada
mi corazón va y viene asombrado
por los caminos del tiempo que se va y no se va.
Es la magia invencible del terror aeróbico.
Cuando ya estoy cansado
vuelvo hacia mi barrio por el carril bici.
Pedaleando con la espalda recta
y con la mirada todavía disfrutando de lo que ha visto.
Y serio.
Muy formal.
Como un niño que ha roto un vidrio
y teme que sus padres lo castiguen sin salir el domingo.
Poco a poco las calles van cambiando de fisonomía.
Y los barrios se esterilizan.
Están llenos de gente correcta y extraordinariamente civilizada.
Bueno, eso se creen ellos.
A mí me parecen esclavos tontos y ciegos con ridículas pretensiones.
En mi barrio las cosas no me miran bien.
Las aceras están disecadas.
Las fuentes se creen descendientes de la nobleza.
Los árboles no dan sombra si no pagas el impuesto correspondiente.
Y si atropellas a un vecino enseguida esgrimen pólizas de seguros
y hablan de denuncias, y de ir a jucio y de no sé cuántas tonterías más.
En mi barrio los poemas bostezan aburridos cada vez que amanecen en él.

19 de mayo de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 42

Hay un desierto infinito
en el tiempo que ha desaparecido.
Antes de cruzarlo yo era otro.
Ahora no sé quién soy.
Y me aterra pensar en lo que seremos.
En la calle no sé distinguir a los muertos de los vivos.
Pero nadie está alegre
excepto los delincuentes
que disfrazados con mascarillas
ahora se ríen de las cámaras de seguridad.
De repente es como si todos hubiéramos envejecido.
Hasta los optimistas cuando nadie los ve
se van al espejo y con ojos arrepentidos dicen: "idiota, idiota, idiota".
No veo el amor por las calles.
Ni en las redes sociales.
Es como si nos hubieran arrancado el corazón.
Ahora somos robots de plástico barato
obedeciendo a un chip 
que cada día nos cambian en la televisión.
Obedecer es la bandera.
Y la sintonía de los noticiarios
el himno amargo de los esclavos que se creían Dioses.
De la dignidad y el honor no se sabe nada.
Supongo que fallecieron de pena
al contemplar lo que son en realidad los humanos.
Cuando voy por las calles maniatadas
contemplo el sinsentido de vivir en una cárcel infinita.
Y no digo nada.
A quién?
A los esclavos miedosos?
A los borregos que sólo saben obedecer?
A los que el miedo les impide pensar y deducir?
No.
Mejor me callo.
Y me refugio en la música de mis auriculares misántropos.
Pero miro.
Y veo.
Y busco un Dios alienígena donde refugiarme.
Pero me lo imagino con mascarilla y me da la risa.
Y lo imagino atracando a los difuntos resucitados que tienen más joyas.
Y me da más risa.
Y entonces me paro ante un escapare deslumbrante.
Y hablo con mi reflejo que asombrado me contempla en silencio.
Y le digo qué canción quieres escuchar ahora?
Y me dice: cualquiera de Amy Winehouse.
Y abro la app de Spotify y le pongo todo su repertorio.
Y ahora soy un negro vacilón y modernata que baila por las calles.
Y asusto a todos los hipocondríacos que respiran únicamente hacia dentro.
Y me voy al mar otra vez.
Y veo como se lesionan los descerebrados
por culpa de los consejos que han leído en Instagram.
Y Amy Winehouse al verlos le da risa y deja de cantar.
Y yo la comprendo porque parecen malos actores de cine cómico.
Pero no me hace gracia que no cante
porque sin su música me voy apagando
y le digo que no la denuncio porque está muerta.
Después sigo caminando atraído por los latidos de la vida oculta.
Y me escapo por un camino de suspiros y recuerdos.
En ese camino hay sueños y tiempos probables por nacer.
Hablo con unos cuantos árboles sobre cuándo volverá la liga.
Ellos me dicen que sólo han oído rumores.
Que hacia mediados de junio.
Agradecido les invito a tomar algo en una terraza inexistente.
Me lo agradecen pero dicen que están en Fase de Raíz
y que según las normas del ministerio de sanidad no podrán moverse
hasta que los árboles infectados
que hay en las ucis de los invernaderos se recuperen totalmente.
Estáis locos les digo y me voy sin despedirme.
Cada vez camina más gente hacia la playa.
Todos con la mirada perdida en un mundo que falleció.
Los voy esquivando mientras escucho Oques Grasses.
Es una especie de reggae en catalán.
Sus letras son divertidas y me provocan ganas de bailar.
De repente contemplo otro planeta.
No el de los telediarios.
No el de los periódicos.
No el de los hipocondríacos desequilibrados.
En la playa hay gente jugando a pala.
Y nadando.
Y en patinete.
Y en bicicleta.
Y perpetrando surf en un mar que parece una sopa.
Y bellezones haciendo yoga con bikinis microscópicos.
Y hace mucho sol.
Y calor.
Y hay gente tostándose en la arena.
Cientos.
Miles de personas.
Y el ilusionado mar es más azul que nunca.
Y pienso... dónde está la pandemia?
Y llego a la conclusión de que algo raro ha sucedido.
Algo les ha salido mal 
a los protagonistas de los telediarios.
Y pienso que se van a vengar.
No van a tolerar que la gente lo pase bien.
De esa gentuza me espero cualquier cosa.
Y ya tengo ganas de volver a casa.
Le lanzo un beso al mar.
Y una última mirada a las del yoga erótico
y doy media vuelta silbando una canción pegadiza.
Entonces me fijo en una farola triste que solloza en una esquina del paseo.
Me acerco y le digo si baila.
Me dice que no.
Que se le ha muerto la bombilla y que no tiene ganas de nada.
Que llevaban muchos meses juntas y que estaba naciendo el amor entre ellas.
Le doy el pésame y le digo que si necesita algo que me lo diga.
Ahora estoy triste.
Tras darle un abrazo me voy.
Se me han quitado las ganas de escuchar música.
Desconecto.
Me quitos los auriculares y miro el cielo.
Tan azul está que me dan ganas de zambullirme en él y nadar un buen rato.
En el cielo seguro que no hay virus.
Ni chiflados espiando desde los balcones.
Lo intento pero cada vez que salto vuelvo a caer.
No hay manera de nadar en el cielo.
Quizás en otra vida.
Quizás en otra planeta con habitantes más divertidos.
Quizás si nazco en un universo donde el amor y la alegría nos saluden cada día.

5 de abril de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 41

Se confirma
la locura
y la constatación
de que estamos en manos
de burros y asnos.
Que si el pangolín.
Que si los murciélagos.
Que si los chinos.
Que si los italianos.
Que si con el calor se muere el bicho.
Que todos estaban equivocados
y en España no habría problemas.
Que la mascarilla no era necesaria.
Que ahora la mascarilla es necesaria.
Que test del virus para los políticos.
No sea que enfermen y el país mejore.
También tests para los amigotes.
Y para los familiares.
Y para los famosos.
Y para los ricos.
Pero no hay tests
para los que van a los ambulatorios
encontrándose muy mal.
Para ellos
una triste realidad
fría, cortante y maleducada.
Tú!!!... 
que no eres importante
para ti no hay test del virus
y vete con tu fiebre 
y tu contagiosa tos 
a encerrarte en tu casa.
Que si te mueres
algún día
ya recogerán tu cadáver.
Y luego tú, campeón!!!, vas y les votas.
Para que siga yendo todo igual de bien.
Y los votos se ríen.
Y las urnas se descojonan.
Y el bicho se ríe y se descojona más que nadie.
Aeropuertos, puertos y fronteras
de este país
sin control
durante días y días
mientras moría la gente
por culpa de la temible pandemia.
Y la gente que decidió
y permitió eso
todavía ostenta un cargo
y siguen cobrando de nuestros impuestos.
Será que el país no da para más?
Cuando veo a estos patanes
dirigiendo mi vida
me dan ganas de fugarme donde sea.
Hostia...!!!
Esto es lo mejor que tenemos?
Miro el número de muertos de este país
en relación al número de habitantes
y es para ponerse a llorar y también a temblar.
No se les cae la cara de vergüenza
a esos que salen cada día por la tele
intentando disimular y falsear la realidad?
Y ahora quiere que le hagamos la ola.
Todos unidos con ellos al frente.
Eso es la ruina segura.
Apaga y vámonos...
El bicho llegó 
vio quién había al timón
le dio la risa y se quedó.
Y para que no haya críticas
la mayoría de la prensa
arrodillada y subvencionada
protegiendo sus sueldos
y por supuesto los sueldos 
y privilegios de esta banda de inútiles.
Y luego claro...
En las redes sociales
la cancioncita
los aplausos
el falso buenismo...
Falsas y falsas verdades
que la gente
repite como papagayos
y todas son repugnantes mentiras.
El mejor sistema sanitario del mundo
- eso decían los listos que saben de todo -
puede ganar el campeonato mundial de muertos.
A por ellos oéeeeeeeeeeeeeeee
A por ellos oéeeeeeeeeeeeeeee
A por ellos oéeeeeeeeeeeeeeee
Oé, Oéeeeeeee, Oéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
Aunque aún queda la cabra legionaria
y gente con la bandera y la patria todo el día en la boca.
Pero el bicho se ríe de todos.
Se ríe de la cabra, de la bandera, del himno y de esos payasos.
Tú pones a unos impresentables a gobernar un país
y en poco menos de unas semanas pueden hundirlo.
Es que no dan para más.
Será el sol?
Será el clima?
Será la genética?
En Premios Nobel somos un auténtico desastre
pero en incompetentes, inútiles y descerebrados somos de lo mejor.

1 de marzo de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 40

Nada más abrir los ojos
allí estaba el Dios de la Revelación
mirándome muy fijamente:
Es domingo.
Día de descanso.
Pero tienes una misión sagrada.
Hay que reescribir la Biblia.
Y poner la nueva verdad.
Según explica
los Santos están castigados
y hace siglos que chillan rabiosos
en una lóbrega y apestada esquina del cielo.
En el fondo querían ser Dios y los han pillado.
Parece que en el supuesto y sospechoso paraíso
el caos es total y están a punto de cerrar el negocio.
Ay... la envidia y la maldita ambición.
Hay que partir de cero.
Empezar por iglesias y catedrales.
Pintarlas de colores chillones
y olvidar ese gris eucarístico que parece terminal.
Después hay que reformarlas por dentro.
Los Santos fuera.
En lugar de ellos hay que poner Gogós.
También Boys que no hay que discriminar.
Y cada dos horas sesión de Strippers para socios.
El altar nada más entrar a la derecha.
Aprovecharlo para hacer barbacoas.
Las pilas de agua bendita llenas de vino y cerveza.
A la izquierda el guardarropa.
Una rubia y un negro fibrados tras el mostrador.
Dos euros por pieza.
Y la rubia y el negro que sonrían siempre.
Y altavoces por todas partes: salsa, cumbia, rock...
Abierto las veinticuatro horas.
Hay que poner curas a turnos de doce horas.
Y los confesionarios serán zona VIP.
Después hay que empezar con lo más difícil.
La reescritura bíblica.
Para el tostón ese de los sermones.
Todo eso de Adán y Eva y el rollo posterior no se lo cree nadie.
Hay que cambiar los personajes ya.
Todos los anteriores serán despedidos.
Se necesitan personajes nuevos para la Biblia del futuro.
Empezaremos con Supermán.
Y luego ya irán saliendo El Capitán América, Lobezno y Catwoman.
Y nada de empezar por la zona geográfica de siempre.
Allí están todo el día peleando.
Todo empezará en China que el mercado es más grande.
Cuando avance el guión aparecerán superhéroes chinos.
Por supuesto para subir la audiencia.
Habrá que crucificar un pato laqueado.
Y multiplicar los rollos de primavera y el arroz.
Y las plagas serán de coronavirus y epidemias terroríficas.
Y el agua en vez de en vino se convertirá en whisky.
Y resucitarán emperadores chinos.
Y luego hay que cambiar la sede central.
El Vaticano será vendido a un fondo buitre para pisos de alquiler.
El nuevo Vaticano estará en Shanghái.
Y el Papa y el resto de figurantes serán despedidos.
Y para nombrar a los nuevos se hará un casting por Youtube.
Que la gente envíe vídeos promocionándose a sí mismos.
Y el nuevo Papa será elegido por votación.
Y el resto de finalistas serán aprendices de superhéroes.
Y tendrán poderes mágicos.
Y durante un tiempo se dedicarán a difundir la palabra del nuevo SuperDios.
Y cuando ya tengan a la mayoría de la población enganchada
se enviarán por mail los capítulos de las nuevas aventuras de la Biblia.
Y en cada capítulo habrá publicidad de las más importantes multinacionales.
Y cada vez la Nueva Iglesia será más rica.
Y con el dinero que sobre se harán campañas contra la malaria y la pobreza.
Y eso atraerá a más gente.
Y cada vez habrá más y más y más y más dinero.
Y los superhéroes engordarán y se volverán envidiosos y muy ambiciosos.
Y un día sin saber cómo empezará a nacer el caos.
Y todo irá a peor.
Y en el paraíso de los chinos los superhéroes también serán confinados.
Y una mañana de domingo otro Dios de la Revelación se aparecerá junto a mi cama.
Y me dirá que reforme la Nueva Iglesia.
Y yo ya me habré cansado y le diré que sí, y cuando se de la vuelta de un estacazo lo mataré.

23 de febrero de 2020

CENTRIFUGAPOEMAS 39

Los relámpagos del tiempo
han venido a saludarme
cuando aún dormitaba entre las sábanas.
Mis ojos estaban cerrados
pero por dentro se iluminaban.
Y he visto mucha gente.
Y he visto sus caras.
Las caras de todos ellos se encendían.
Las caras de todos ellos se apagaban.
Ahí estaban.
En mi despertar.
Infinidad de personas 
que en un tiempo vivieron y ya no están.
El último relámpago me ha fotografiado a mí.
Y no sé quiénes ni cuándo un día me verán.
Vuelvo al ahora.
El domingo me espera con ojos preocupados.
Le digo que se tranquilice que hoy me portaré bien.
No maltrataré mi cuerpo.
Ni degollaré las horas que me ofrece.
Hoy intentaré ser un ciudadano modélico.
De esos que pasean por las calles y parece que no existieran.
Gris.
Seco.
Invisible.
No...
Acabo de estrangular al domingo y voy a hacer lo que me de la gana.
Lo primero es fotografiar su cadáver.
Por si alguien del futuro está interesado en los domingos asesinados.
Después lo enterraré en cualquier desmemoria.
Tras el funeral saldré a la calle.
Y buscaré posibles novias entre las mujeres altivas que pasean grises y secas.
Y les escribiré poemas mentales para ver si las resucito.
Y si alguna resucita la invitaré mentalmente a salir una noche.
Y si en mitad de la noche deja de ser gris quizás vayamos a cualquier antro.
Y juguemos a que la vida todavía nos puede dar alguna oportunidad.
Y entonces cerraré el blog y dejaré de escribir poemas y fotografiaré el tiempo.
Y atesoraré todas las risas que nazcan escandalizadas por nuestra felicidad.
Y cuando me canse de soñar dejaré en paz a las mujeres altivas.
Y me escaparé al mar un rato.
Y allí imaginaré que la marea sube y sube y sube y sube y sube y sube sin parar.
Y yo soy el único que tiene barca.
Y todas las familias dominicales son ahora besugos y merluzas para enlatar.
Y yo en la barca me duermo un rato.
Y vuelven los relámpagos enseñándome más muertos.
Y los muertos ahora son más antiguos y más pequeños.
Y parecen monos.
Y parecen monos con cara de rata.
Y parecen monos con cara de rata que ladran.
Y parecen monos con cara de rata que ladran cuando ven salir el sol.
Y ahora los relámpagos del tiempo me enseñan sus cuevas.
Y veo que venimos de la locura más infecta y devastadora.
Y me tiro de la barca y nado entre los miles de cadáveres de besugos y merluzas.
Y los ojos ciegos de los besugos y merluzas me miran y no me ven.
Y eran vida.
Y ahora son futuro relleno de lata que comerán las familias modélicas y grises.
Y puede que alguna mujer altiva los devore en su ensalada dietética.
Y sigo nadando entre el horror de las ya malolientes familias dominicales.
Y llego a la orilla y el domingo me señala con su airado dedo.
Y tiene los ojos llenos de odio y sus horas tienen ganas de acabar conmigo
Y entonces les hago una foto con flash criminal y todo se paraliza y ya no hay vida.
Y vuelvo a mi nada y amanece otro domingo inesperado, y todo es un círculo que no acaba.
Y dejo el poema, y me voy al espejo y allí busco el origen de todas las cosas.
Y el hombre del espejo me mira y se ríe y ahora es una cascada de carcajadas que no tiene fin.