Comienza la semana. El cielo hoy es puro aburrimiento. No pasa nada. Los ángeles han desaparecido. No quieren trabajar. Dios está desesperado. Entre santos farsantes ángeles vagos y almas malolientes todo su proyecto eterno se está viniendo abajo. Y de las palomas no digo nada. Están todas en el bar. Las flores de los cementerios hoy se dedican a charlar. Que si esta abeja está enamorada... que no, que me quiere a mí... Y así van pasando la jornada. Unas pesadas... Los muertos como si oyeran llover. Si pudieran se irían corriendo. En fin... Estoy afilando el hacha. Hoy tengo cabezas para decapitar. Cabezas vagas. Virtuales eh... que nadie se asuste. Eso sí... son unas cuantas. Tantas que ya no sé dónde ponerlas... Hubiera sido un gran verdugo yo... para qué nos vamos a engañar.
Aquí viven las palabras que tienen vida propia. Las hay locas y divertidas. Otras lloran por las esquinas y se ahorcan por la noche aprovechando que los ojos lectores están criando legañas y alimentando ojeras destartaladas. También hay palabras serias que dicen que no con la cabeza cuando ven que el mundo se ajetrea. Una representación sindical de las palabras quiere negociar conmigo una propuesta aleatoria en la que las palabras trabajan sin compromiso alguno. La leo. No me parece mal. Voy a probar. Este es un poema mutante que va a nacer en los próximos instantes: Llueve la nada desde un cielo rajado por la incomprensión de los ángeles. Las nubes transportan maletas de aire por encima de aviones y sueños. En su interior llevan huesos de santos farsantes y almas en triste descomposición que viajan gratis ya que se han jubilado. De repente, Luz. Una paloma ilumina el cielo entero. Es mágica. Es hermosa. Pero se va... El domingo ha nacido muerto. En los cementerios las flores chillan desesperadas mientras que los muertos se desperezan tranquilamente. El mundo gira al revés. Dios ha enloquecido. Está resucitando gente y los recién nacidos vuelven al interior de las barrigas de sus madres. Los matrimonios se convierten en noviazgos y después en desconocidos absolutos. El caos es tan divertido y cómico... Ahora mismo las palabras y yo estamos llorando de risa. No quiero críticas eh... Con unas simples palabras puedo arrancar los ojos criticones de vuestras órbitas lamentables que suponéis tan atractivas. El poema quiere desayunar y son las 7:43 de la mañana. Quiere café, vino, huevos fritos y unas lonchas de beicon. Está loco. Yo no pienso prepararle el desayuno a ningún poema. Por mucho apoyo sindical que tenga. Y mucho menos a un poema mutante que mañana puede cambiar. Veremos.