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14 de noviembre de 2024

CHINEANDO 9

Wang Feng se está haciendo viejo.
Y eso me da mucha pena.
Recuerdo cuando lo conocí hace muchos años.
Entonces no había chinos en la ciudad.
Los únicos chinos que había visto
chillaban como demonios en las películas.
No paraban de pelear y sudar.
Y saltaban mucho.
Eran chinos voladores...
Aquí la gente no volaba.
Aquí la gente siempre ha sido muy sosa.
Un día inauguraron un restaurante chino cerca de casa.
Chino cantonés.
Y fui.
Wang Feng me dejó sin palabras.
Era un mago y también un cocinero y un camarero excepcional.
Colocaba los platos en la mesa y no te daba tiempo a verlo.
Aparecía y desaparecía en milésimas de segundo.
Y supongo que, para no asustar a los clientes, en la cocina, volaba.
Volví muchas veces.
Me gustaba la comida y sus trucos de magia.
Después, como escribí en Chineando 2, tuvimos problemas.
Hubo peleas
y bautismos extraños
en la inauguración de otro restaurante.
La madre de Wang Feng y yo nunca nos reconciliamos.
Dejé de ir.
Hasta ayer.
Ayer volví al restaurante.
Wang Feng se emocionó al verme.
Y yo también.
Le pregunté por su madre y se ve que ha volado definitivamente.
De momento no ha aterrizado.
Me senté y le dije que quería comer.
Ya no había magia.
Colocó los platos muy lenta y temblorosamente.
Me fijé en su rostro.
Había envejecido muchísimo... ahora tenía más años que China entera.
Fui prudente y no le dije nada.
Me habló de sus dos hijos.
Estaba triste.
Me dijo que se habían occidentalizado y que no le respetaban.
Que no le obedecían y que hacían lo que les daba la gana.
Los busqué con la mirada.
Estaban en la otra punta del restaurante
paralizados e hipnotizados por sus teléfonos móviles.
Y pensé que esos dos chinos no sabrán nunca volar.
Wang Feng quiere morir en su tierra.
Volver a la casa de su corazón.
Y que lo entierren en un pequeño cementerio donde yacen sus abuelos.
Pero no confía en que sus hijos lo hagan.
Sus hijos quieren vender los dos restaurantes y comprar criptomonedas.
Y entonces Wang Feng se puso a llorar.
Y yo con él.
Lloramos por todo lo que fue y que nunca más volverá.
Hablamos de la vida, de la muerte, de la vejez...
Acabé de comer su exquisita comida y le di un abrazo interminable.
No volveré más.
No sea que esos dos chinos tontos
sigan regentando el restaurante cuando fallezca su padre
y como plato estrella
me ofrezcan un innovador guiso hecho con verduras y restos de Wang Feng.

8 de abril de 2023

CHINEANDO 8

Esta mañana ha salido
de procesión por la ciudad
el Paso del Bendito Pato Laqueado
que es el reflejo sagradísimo
del sentir de la comunidad china
en estos días de recogimiento espiritual.
El Bendito Pato Laqueado
luce alrededor de su sagrada cabeza
una corona hecha con tallarines de arroz
y desde hace tres años
sobre una de las alas del pato
en vez del clásico oso panda de goma
hay una probeta milagrosa con el virus del covid.
En la otra ala está tatuada
la silueta de la Gran Muralla con tinta agridulce.
El Paso del Bendito Pato Laqueado
lo llevan a hombros
los alcoholizados devotos
de la cofradía de la Divina Orden Amarilla
y durante todo el emocionante recorrido
que dura unas diez horas
sus ojos con legañas de tres días permanecen cerrados
lo que por desgracia suele comportar
un número muy elevado de aparatosos y lamentables accidentes.
A medida que van recorriendo el glorioso itinerario
y siguiendo la tradición de hace siglos
llueven desde las ventanas
cientos de rollos de primavera y flanes chinos
mientras que a su paso
algunas lamentables desequilibradas
con serios y preocupantes problemas mentales
entonan desde los balcones gorgoritos ininteligibles
que hieren de muerte los tímpanos de la gente que está cerca
con la vana intención de que el Bendito Pato Laqueado
salga volando hacia el cielo santificado de todos los universos
circunstancia que hasta el momento no se ha producido que se sepa.

26 de octubre de 2020

CHINEANDO 7

Estimados señores chinos:
Dado que ustedes
hace meses 
que saben cómo luchar
contra la pandemia
con excelentes resultados
les ruego
que nos envíen
unos cuantos políticos
para que hagan aquí lo mismo.
Nosotros con mucha alegría
les enviaremos
unos cuantos miles 
de políticos estúpidos y tarados
que desde que apareció el virus
nos están llevando a la ruina
para que hagan con ellos lo que quieran
y si no sirven para nada tírenlos a la basura.

14 de octubre de 2020

CHINEANDO 6

Cada día que pasa
más y más aburrimiento.
Todo es tan feo...
Todo es tan lento...
Estoy pensando
en casarme
con una mujer china
para tener peleas cada día
y que el tiempo pase más rápido.
Me gusta cómo discuten las chinas
con esos graznidos de pato por laquear.
He visto a una en el gimnasio.
Bajita.
Silueta cilíndrica.
Y además no escupe.
Tiene pinta de ser un demonio.
Ojos de loca de Manchuria.
O de por ahí cerca.
Es posible que hoy o mañana le pida una cita.
La invitaré a cenar.
Y durante los postres le regalaré un anillo.
Un anillo del bazar chino de abajo.
Un anillo de plástico azul con un dragón pintado de rojo.
Eso acabará de convencerla.
Y en seguida nos casaremos.
Y le diré que no me gusta su bigote pekinés.
Ni tampoco sus ojos de ranura de máquina tragaperras.
Le diré que sus padres parecen dos monos cantoneses.
Y que sus hermanas parecen gallinas de Hong Kong.
Y venga a pelear y pelear y pelear todas las horas del día.
Hasta que un día me harte y la cambie por un gato de la suerte.

15 de noviembre de 2019

CHINEANDO 5

El gimnasio
está lleno de chinos.
Es la primera generación
de chinos que han nacido aquí.
A mí me caen muy bien
a pesar de que ellos
me miran con cara de pocos amigos
cuando cada vez
que paso delante de alguno
les regalo un salto sorpresa de kung fu.

4 de octubre de 2018

CHINEANDO 4

En el portal de enfrente
creo que mañana mismo
van a inaugurar un bazar chino.
A diez segundos de casa.
Es una bendición.
Es un premio del destino.
Es una inmensa alegría inesperada.
Estoy que no vivo...
Mi vida va a dar un cambio total.
Tengo ganas de ir cada tarde
un montón de veces
y también los sábados a todas horas
y si abren los domingos no me perderé uno
y les haré creer siempre que les voy a robar
y luego por supuesto no pienso llevarme nada.
Y así me vigilarán.
Y los pondré muy nerviosos.
Y les haré reverencias japonesas
para desconcertarlos totalmente y dejarlos pasmados.
Y pediré el libro de reclamaciones de los samurais.
Y cuando no me entiendan
les diré con señas
y fantásticas imitaciones de una grulla
que yo soy un samurai secreto del vietcong
y que estoy trabajando de incógnito para la paz mundial.
Y otro día les diré que quiero una estatua de Mao
para ponerla como perchero en una esquina del recibidor
y que si no me la traen me quejaré a la embajada de Filipinas
para que el loco de su presidente los meta en cintura
ya que también soy agente secreto filipino
especialista en los movimientos insurgentes de Mindanao.
De esa no se recuperan.
Y por supuesto cada vez que vaya
les preguntaré si tienen rollitos de primavera
para llevarme a casa
y chop suey y arroz frito y tallarines
y les sonreiré tapándome las orejas
cuando me repitan
con enorme cara de cansancio
que esa tienda es un bazar y no un restaurante.
Y entonces les diré "yo mí no entender".
Y me achinaré los ojos esperando su respuesta.
Y alguna vez les compraré algo
y me pondré en la cola de la caja
y cuando me toque pagar les diré que les pago con villancicos
y que si no aceptan serán quemados en hogueras españolas
por obispos desequilibrados 
que todavía hoy trabajan para la Santa Inquisicion
hasta que sus cuerpos parezcan huevos fritos de pato mandarín.
Y cuando se pongan muy, muy, muy nerviosos
devolveré lo que iba a pagarles y les diré: ARIGATO, ARIGATO...
mientras retrocedo hacia la salida saltando a la pata coja
y aplaudiendo frenéticamente a mis queridos chinitos del corazón.
Y cada día les preguntaré si ya han traído osos panda
porque quiero comprar uno para que sea mi amigo del alma
y así les tocaré la fibra emotiva
y siempre los tendré pendientes de mí
para no sentirme tan solo todos y cada uno de los días de la semana.

22 de febrero de 2016

CHINEANDO 3

Cada vez que paso
por delante
de la academia de chino
entro un momento
y me planto
ante las dos jóvenes
y guapas recepcionistas
y estiro mis ojos
y exhibo una gran sonrisa
y les digo varias veces
que soy su primo lejano
de Shanghai
el simpático TO RI CHING
pero nunca me hacen caso.

17 de diciembre de 2014

CHINEANDO 2

Wang Feng ha inaugurado
otro restaurante cantonés
y me ha invitado
a comer gratis
y luego hemos bebido
una botella de licor
que tenía dentro
cinco dragones verdes
y nos hemos emborrachado
y al rato lo he confundido
con el puto Fu Manchú
y le he dicho que tenía cara de flan
y se ha enfadado conmigo
y me ha amenazado
con la maldición del ojo de tigre
y entonces le he partido 
una silla en la cabeza
y lo he dejado sin sentido
y ha salido su madre chillando
por la puerta de la cocina
y la he derribado rápidamente
con una de mis llaves secretas de kung fu
y tal como caía le he quitado
la dentadura postiza 
que atesoraba residuos de pollo
y me la he guardado en el calcetín
para regalársela en navidad
a mi tía que es muy vieja
y tiene la misma cara amarilla
por problemas del hígado
dado que es una gran borracha
y mientras tanto
han huido todos los clientes
y luego he entrado en la cocina
y he bautizado con cerveza china
a los tres cocineros cantoneses
y ahora se llaman Paco, Pepe y Juan
y los he liberado de las garras
del maldito imperio amarillo 
pero como no querían irse
los he sacado a patadas del local
y les he dicho que como vuelvan
me los como con patatas fritas
y ahora por fin no se oye nada
y con mucha calma
me bebo otra botella de dragones
para acabar de celebrar la inauguración.

7 de noviembre de 2011

CHINEANDO 1

Me caen bien los chinos
básicamente por los rollos de primavera
y por sus cervezas baratas
y porque se atracan entre ellos
y porque no tienen media hostia
y porque les importa una mierda
la deuda y la prima de riesgo españolas
y menos nuestro miserable futuro
son listos
son chinos
hacen rollos de primavera
y arroz frito tres delicias
y las chinas jóvenes son guapísimas
aunque después engordan
por culpa del puto arroz tres delicias
y de la cerveza que beben a escondidas
cuando juegan al Mahjong
antes de tirarse de los pelos
como una jauría de borrachas
por culpa de una ficha mal colocada
y se insultan en chino
y se amenazan en chino
y empieza una pelea de chinas
en el interior de la cocina
y las ratas chillan felices
y llaman al resto de ratas del restaurante
para que asistan al espectáculo
y apuesto por una china gorda
y me río con la pelea
y me bebo toda la cerveza
la quinta cerveza ya
y las chinas chillan como conejas
y pienso que están cantando
un villancico al gordo de Buda
o que están llorando
a uno de los muertos
que tienen en el congelador
y cuando veo escapar hacia la calle
a cuatro chinas esqueléticas
con las cabezas cubiertas de tallarines
y perseguidas por la china gorda
que va armada con palillos afilados
me subo encima de la mesa de un salto
y empiezo a aplaudir como un loco
y a dar vivas a Mao
y a lanzarles monedas y monedas
y a cantar el Torito Guapo del Fary
y a zapatear con entusiasmo
y todas se detienen sorprendidas
y empiezan a aplaudirme
y hacen el coro del Torito Guapo
y les pido que me traigan
otro rollo de primavera
y dos cervezas más
y unas cuantas servilletas
para seguir escribiendo poemas
y al momento me traen el pedido
y me dan un par de besos cada una
y brindo por todos los chinos
y por sus cervezas baratas
y por los rollos de primavera
y por el arroz tres delicias
y por los muertos del congelador.