21 de febrero de 2021.
Las nubes grises
y el viento
me dan los buenos días.
Leo las noticias.
Vamos a toda máquina
hacia el desastre global.
Quizá nos salvemos del virus
pero no nos salvaremos
de la miseria que ya está llegando.
Dejo de leer.
Miro el cielo.
Es un caleidoscopio de grises.
Es un día de olas
y de mirada perdida
en un horizonte
que nos contempla aterrado.
Luego iré
y me dejaré caer
junto a ese mar inquieto
que hoy estará pintado de acero.
Es un día degollado antes de nacer.
Es un día para irse y no volver.
Es un día para exiliarse de todo.
Del pasado lleno de errores.
Del presente desbordado de miedo.
Del futuro infestado de dolor.
Y sobre todo
de esos esclavos cobardes
tan ciegos
tan doblegados
tan humillados y sometidos
que critican las protestas de sus hijos.