Justiniano no tiene amigos
pero no desfallece
en su intento de encontrarlos
porque él intuye un amigo
cada vez que sale a la calle
hoy le ha tocado a un señor gordo
que huye sudoroso
de sus cálidos abrazos
hasta perderse en el metro
eso no desanima a Justiniano
que después de un descanso
elige a un par de ancianos
que conversan en un banco
a los que por sorpresa
abraza por la espalda
con cariño acumulado
pero después de los bastonazos
de los viejos insociables
Justiniano da por perdido el día
y se vuelve malhumorado a casa.