A cada maldita guerra
le deseo con profundo odio
una muerte dolorosa
un cáncer de balas y bombas
sin tratamientos paliativos
una muerte fulminante
que la convierta en calavera
de su existencia genocida
deseo que la entierren rápido
sepultada bajo toneladas
de esqueletos de ciudades
de medallas a la locura
de banderas de avaricia
de himnos criminales
de cadáveres inocentes
salpicados de sangre y dolor
y que en ese sepulcro negro
reserven un lugar preferente
para enterrar en vida
acorde a su categoría humana
a los presidentes asesinos
a los dirigentes psicópatas
a los militares sanguinarios
donde se pudran sin consuelo
en una noche inacabable
en una eternidad de horror
soñando con todas sus víctimas
con trozos de niños sin pétalos
con familias trituradas de dolor
con recien nacidos explotados
con despojos de vida en flor
ahogados en lágrimas rojas
hasta que los honrados gusanos
en defensa de todos los inocentes
realicen su trabajo a conciencia
y nos regalen la justicia final.