10 de abril de 2022.
Nubes cansadas y frágiles
deambulan por el cielo indiferente.
Pronto saldrá el sol y las matará.
Lo mismo que pasa aquí abajo.
La maldad es universal.
Habrá un cielo para los criminales de guerra?
Espero que no.
Observación del corazón celeste:
El universo es un cementerio infinito.
Constatación del corazón terráqueo:
La vida ya no es vida.
Es una patraña que va de la cuna a la tumba.
Robots de carne y hueso.
Aquí abajo todo está sucio y corrompido.
Y aún así sigue el circo mental programado.
Ahora es tiempo de farsa festiva.
Pongo la televisión.
Son noticias enlatadas de ayer.
Los locutores hablan de vacaciones envidiables.
Las imágenes los desmienten.
Aeropuertos y estaciones de tren que parecen UCIS
con las mascarillas desfilando por la pasarela del miedo.
Largas colas de vehículos en busca de selfies para el postureo.
Gente a merced del viento desangelado
paseando con la mirada estafada
por paseos marítimos destrozados por las últimas marejadas.
Playas vacías con algún chiflado saliendo tiritando del agua.
La imbecilidad es pandémica.
Y contra eso no hay vacunas ni mascarillas.
El locutor sigue hablando de su Disneylandia mentirosa...
No se sonroja.
Normal.
Trabaja en la industria de la manipulación.
Le pagan por hacer eso.
Todo es así.
Hemos dejado lo importante en manos de sinvergüenzas.
Y así nos va.
El mundo es un patético carrusel de tarados dando vueltas.
Apago la tele.
Sigo buscando refugios.
No hay.
Busco y busco y busco... y no encuentro.
Mire donde mire solo encuentro la degeneración humana.
Degeneración humana criminal.
Degeneración humana en los que disimulan y miran hacia otro lado.
Menos mal que en unos años todo acabará.
Y dejaré de ver asesinos, estúpidos, monstruos y miserables.
Cada vez entiendo más aquello de que los muertos descansan en paz.