Envidio al Doctor Manhattan.
Mucho.
Vive ahí.
En el cómic de Watchmen.
Un cómic que rivaliza con la Biblia.
De hecho es mucho más creíble.
Lo leo fascinado
y empiezo a volar.
Me dan ganas de pintarme de azul.
Y escaparme de este planeta.
Y comprender por fin el universo.
Y controlar la materia y la energía.
Y escribir poemas cósmicos.
Y regalárselos a las hermosas galaxias.
Y avanzar y retroceder
en el espacio y en el tiempo.
Y hablar otra vez
con los muertos queridos
antes del fatídico día
en el que se apagaron y se fueron.
Y descubrir la vida infinita y eterna.
Y enamorarme cada día
de las estrellas y nebulosas
que iluminan mágicas todos los cielos.
Y olvidarme de este mundo
Y buscar universos secretos.
Y visitar las constelaciones.
Y acariciar las lluvias de meteoritos.
Y hablar con los cometas.
Y viajar con los asteroides.
Y encontrar el cofre secreto de los sueños.
Y buscar a mi madre estén donde estén sus besos.
Y convertirme en latido eterno de luz, amor y tiempo.