Ella me gustaba
cuando me escribía
y me decía con tinta violeta
que yo le recordaba a la lluvia
a la poderosa tormenta
al invencible trueno
y a una enorme montaña
y todos los días
los mails iban y venían
cada vez más sonrojados
hasta que llegó la cita
y a los cinco minutos
me preguntó con voz metálica
mirándome muy seria
por cuales eran mis intenciones
si estaba casado
y de qué trabajaba
y estalló la tormenta
y explotó el trueno en mi corazón
y la lluvia asomó a mis ojos
y regresé a mi montaña.