Tras el injusto fracaso
como socorrista voluntario
Justiniano ha dado un giro
a su meritoria labor en la playa
y ha decidido ofrecer masajes
terapéuticos y relajantes
a quien solicite sus servicios
para ello ha puesto en la mochila
unas cuantas latas oxidadas
llenas de aceite quemado de cocinar
y unos periódicos viejos
que ha recogido cuando caminaba
de las papeleras cercanas al paseo
y nada más llegar a la arena
se ha puesto manos a la obra
con un matrimonio de extranjeros
de edad avanzada y salud dudosa
que han aceptado sus servicios
pero lo que no esperaba Justiniano
después de casi media hora
trabajando la espalda de cada uno
de forma intuitiva y aleatoria
saltando entusiasmado
con los zapatos puestos
sobre sus retorcidas cervicales
mientras permanecían boca abajo
es que sus protestas infundadas
fueran subiendo de tono
quejándose histéricamente
desde el principio del tratamiento
de dolores imaginarios en las vértebras
ni tampoco la inexplicable
falta de agradecimiento
propia de energúmenos sin civilizar
sin duda envidiosos de su ciencia
y que por si eso fuera poco
que no les parecieran exquisitos
los vendajes de periódico aceitoso
producto estrella de su innovadora técnica
que Justiniano ha depositado con mimo
sobre sus espaldas amoratadas
como milagrosas vendas compresivas.