En esta pantalla es agosto.
El kiosco de la prensa está cerrado
pero algo me dice que dentro hay una pista.
Son las seis de la mañana.
Fuerzo la persiana con una barra de hierro.
Dentro huele mal.
Y no hay nadie.
Lo quemo todo.
Sigo la dirección del humo.
Me lleva al portal de un edificio cercano.
En ese momento sale un señor gordo por la puerta.
Parece un mutante de un planeta rollizo.
Él debe tener alguna contraseña secreta.
Lo ato y lo amordazo.
Registro sus bolsillos:
unas llaves, un teléfono y una cartera.
Abro la cartera.
Hay una foto de otra mutante gorda.
Deben ser los enviados de una raza temible.
Le interrogo repetidamente sobre la puerta galáctica.
Dice que no sabe nada.
Le muerdo las orejas y nada.
Le aprieto un ojo y nada.
Le arranco seis dientes y nada.
El gordo está bien entrenado y no me da ninguna pista.
Es un auténtico profesional.
Entonces me fijo en un tatuaje que tiene en el brazo.
Es una rosa.
Esa debe ser la clave.
Dejo al gordo sin sentido oculto bajo un coche.
Ya hay más gente por la calle.
Me fijo bien.
Pasa una mujer con otra rosa tatuada en la pantorrilla.
La sigo discretamente.
De repente se para y parece que va a encender un cigarrillo.
El cigarrillo huele extraño.
Huele a una hierba muy rara.
Seguramente es un arma letal.
Se lo quito de la boca y le pregunto por la puerta galáctica.
Ella tiene los ojos muy brillantes.
Y ríe.
Y no puede hablar.
Se lo vuelvo a preguntar mientras le retuerzo el brazo.
Ella cada vez ríe más fuerte y se dobla de risa.
Al final con lágrimas en los ojos
y sin parar de reír
me dice que la puerta galáctica
está dentro de una comisaría de policía en la calle de al lado.
Me despido y le devuelvo el cigarrillo raro.
Llego a la comisaría.
Hay mutantes azules por todas partes.
Tienen pinta de ser muy peligrosos.
Me acerco a uno que hay en la puerta y le digo que me dé la clave.
Me aparta de un empujón.
Tiene una rosa tatuada en el cuello.
Este debe ser el que conoce todas las contraseñas.
Lo despisto haciendo ver que me voy
y de repente giro a toda velocidad y le arranco el walkie-talkie
Me voy corriendo.
Entro en el metro.
Cambio de tren y de línea tres veces.
Le quito la ropa a un músico y me pongo la suya.
Salgo a la calle.
Oigo voces de los mutantes azules a través del walkie-talkie.
Ninguna pista.
Parecen enfadados.
Subo a un autobús y me bajo a la parada siguiente
dejando el walkie-talkie abandonado en la última fila de asientos.
Estoy en la otra punta de la ciudad.
Ahora hace calor.
Hay más gente por las calles.
De repente veo un kiosko de prensa que está abierto.
En una revista de jardinería hay una rosa hermosa en la portada.
Por fin.
El dependiente me mira de forma extraña.
Me acerco a él lentamente
y le pregunto por la puerta galáctica y por las contraseñas.
Se asusta y empieza a correr alocadamente.
Cruza la calle sin mirar y una furgoneta lo atropella.
Bajan dos hombres muy morenos.
Parecen indios.
O gitanos.
Quizá son mutantes de Orión.
La furgoneta está llena de rosas.
Por fin!!!
Mientras que los hombres atienden al quiosquero atropellado
subo a la furgoneta y me alejo a toda velocidad por calles que desconozco.
De repente un susto.
Alguien me araña la cara y me maldice.
Una vieja criminal vestida de negro aparece de entre las rosas.
Estaba camuflada en la parte trasera.
Freno de golpe y la vieja asesina atraviesa el parabrisas y se estrella en el asfalto.
Esta si que es una mutante peligrosa.
Lleva varias faldas de camuflaje y un pañuelo negro en la cabeza.
Debe ser la jefa del comando mutante.
Registro sus bolsillos y me lo llevo todo:
pan, ajos, un mechero, diez jeringuillas y cinco mil euros.
También lleva bolsas de plástico con harina o algo parecido.
Oigo sirenas que se acercan.
Creo que mucha gente me persigue.
Sigo sin encontrar la puerta galáctica ni tampoco las contraseñas.
Paro un taxi.
Le doy una dirección inventada.
Bajo el retrovisor cuelga una rosa de plástico.
Ahora sí que sí.
En el primer semáforo
le pongo al conductor mutante
una bolsa en la cabeza hasta que se desmaya.
Lo saco del taxi y lo dejó abrazado a un árbol.
Sigo circulando por la ciudad en busca de alguna pista para poder encontrar la salida.