Desde que ha vuelto de Inglaterra
Justiniano está imposible
todo debido a una mujer china
del Soho londinense
una espléndida y bellísima mujer
con el cutis de porcelana
y una sonrisa de ensueño oriental
y es que desde que la vio
olvidó los motivos de su viaje
y se dedicó a admirarla con ojos imantados
y así ha pasado los días Justiniano
comiendo interminables raciones
de rollitos de primavera con arroz
en el restaurante donde ella trabaja
mirándola embelesado día y noche
y comprobando con júbilo que ella
también lo miraba con ojos golositos
pero los familiares de ella
la inmensa mayoría varones
unos descerebrados sin visión de futuro
se han opuesto ferozmente a esa relación
porque no les ha gustado nada
el proyecto que les ha planteado Justiniano
para poderse quedar a vivir en Londres
de convertir el restaurante chino
en un tablao andaluz
y vestirlos a ellos de flamencas los primeros años
para reducir gastos hasta que el negocio prospere
ni tampoco que tuvieran que alternar con los clientes
después de cada actuación
para lograr una saneada fuente de ingresos
por lo que Justiniano ha desistido con amargura
del ingenioso y brillante proyecto
que con tanta esperanza había diseñado
y tras despedirse ceremoniosamente
inclinando la cabeza y repitiendo varias veces
las palabras "sudoku" y "kawasaki"
que no venían a cuento
ni por el sentido ni por el idioma
con el corazón destrozado ha vuelto a casa.