31 de enero de 2021.
El viento me ha despertado.
Es un viento maleducado.
De esos
que reparten
dolores de cabeza.
Seguro que no fue al colegio.
Se debió criar de forma silvestre
en alguna montaña desaprensiva.
Mucho viento.
Las persianas están locas
y en la calle el aire no sabe qué hacer.
El pobre aire no sabe
si buscar un psiquiatra de urgencias
o pegarse un tiro en mitad de un remolino.
Intuyo un domingo desquiciado.
Y me voy a poner a su nivel.
Lo primero es lo primero.
Antes que nada voy a ver mis zapatos.
Los Reyes Magos siguen sin venir.
No he visto gente más vaga en toda mi vida.
La próxima carta se la escribiré a Santa Claus.
Tanto oro, incienso y mirra
para el niño supermimado
y para mí absolutamente nada.
Que les den.
No sé qué hacer con este domingo
que ya está agonizando de hastío
a las pocas horas de haber nacido.
Miro la agenda de actividades
que me propone el chiflado ayuntamiento de la ciudad.
Qué aburrimiento!!!
Qué descalabro institucional!!!
No sé...
O mis conciudadanos están muy mal de la cabeza.
O yo soy muy raro.
O las dos cosas.
Mira que a mí se me ocurren espléndidas ideas
para el gozo y disfrute de todos los que aquí vivimos.
Por ejemplo:
- Exposición fotográfica de la alcaldesa roncando.
- Concierto de guardias urbanos con sus silbatos.
- Partido de fútbol entre funcionarios absentistas.
- Dejar escapar a todos los animales del zoo...
La ciudad conmigo al frente sería mucho más divertida.
En fin... ellos sabrán...
No me queda otra que lanzarme a la aventura.
Puedo elegir entre ir en bicicleta
esquivando el vuelo asesino de las ramas
que el viento extirpa a su paso
mientras contemplo la histeria azul del mar iracundo.
O puedo ponerme una mascarilla asfixiadora
y salir a la calle para contemplar los paseos anestesiados
de tantas y tantas familias con la mirada perdida en la nada.
O incluso ir a nadar sorteando ballenas
embutidas en bañadores deprimidos
en la piscina de al lado de casa
donde el loco encargado del mantenimiento
intenta disminuir drásticamente la población
inoculando cantidades monstruosas de cloro en el agua torturada.
También podría dedicar toda la mañana a ver partidos de la NBA
y quejarme amargamente cada vez
que esas bailarinas millonarias
disfrazadas de jugadores de baloncesto
fallan una canasta que sin duda yo encestaría hasta dormido.
El reloj sigue avanzando y no acabo de decidirme.
Ya sé.
Tengo una idea.
Abro la ventana, giro la pantalla y le enseño este poema al viento.
Al principio ruge.
Después sigue leyendo y pone una cara muy rara.
Cuando acaba de leerlo me mira muy asustado y de repente se larga.
Qué bien!!!
El aire respira.
Las persianas se relajan.
Todo está en calma.
Sin duda la poesía es un arma cargada de futuro (y de esperanza).
Ahora desayunaré y más tarde puede que escriba un poema en una terraza.