Hoy es la noche mágica.
La noche de los infinitos milagros.
La noche de las luces que no se apagan.
La noche en la que santos y brujas ríen y bailan.
He hecho un pacto con el diablo.
Esta noche volveré a las hogueras de mi infancia.
Del interior de ellas saldrán los muertos que me faltan.
Amigos míos que murieron jóvenes y no sé por dónde andan.
Mis padres también vendrán con sus corazones llenos de lágrimas.
Aparecerán mis familiares ricos con fuegos artificiales que nadie había visto.
Y sobre todo amigos, amigas y novias que raptaron el tiempo y la tristeza.
Y cuando el olor a pólvora todo lo invada
entre el humo del fuego aparecerá toda la gente que me quiso.
Y brillarán los farolillos de colores en los jardines de las casas.
Y aparecerá la chica temible del barrio que me invitó a bailar
cuando yo tenía apenas catorce años y ya detectaba las amenazas veladas.
Y tiraremos petardos y cohetes de rumbo incierto.
Y cuando acabemos las existencias
tendremos pólvora como reserva explosiva artesanal
fabricada con azufre, pastillas de potasa y carbón vegetal.
Aún me veo de niño con pantalón corto
comprando en la farmacia las pastillas de potasa.
La lección bien aprendida: eran para el dolor de garganta de mi padre.
Y el farmacéutico cómplice nos las vendía como si fueran agua.
Esta noche habrá prodigios en las cuevas inhabitadas de los corazones.
Y habrá coca de mil clases y cava para todos los que quieran olvidar.
Y está noche se prohibirá la muerte y se cantará la vida.
Y las mujeres resplandecerán con bonitos vestidos de flores, colores y verano.
Y todos seremos una tribu que baila entre hogueras, deseos y pasiones.
Y el cielo se iluminará de colores que arrancarán suspiros.
Y el niño que fui volverá a soñar con futuros que sonríen.
Y cuando la noche vaya apagándose aparecerá el hombre que soy ahora.
Y besaré a los que ya no están pero que esta noche aparecieron.
Y los recordaré con el corazón en tinieblas.
Y uno a uno los abrazaré antes de que vuelvan a la casa del tiempo.
Y otra vez me quedaré solo.
Entonces callejearé por los laberintos del ahora.
Miraré la gente que todavía ríe y celebra.
Y buscaré un sitio donde descansar mis huesos y todo lo que siento.
Y pediré una copa de lo que sea.
Y pensaré en el cielo, en el tiempo, en el universo y en la magia de las hogueras.
Y también en que soy una hoguera de carne y hueso que día tras día se va apagando.
Y aún así resurgiré otra vez más de mis propias cenizas.
Y caminaré hasta el mar.
Y esquivaré a los zombis que por allí pululen.
Y buscaré olas amables con las que conversar sobre el sentido de la vida.
Y ellas me escucharán.
Y les confesaré todo lo que siento.
Y me absolverán.
Y volveré a casa emocionado.
Y es probable que vuelva silbando aquella canción que bailé con la chica temible.
Y es posible que le envíe un beso cuántico para que lo reciba en el universo que ahora esté.
Y es seguro que alguna lágrima se despeñará desde mis ojos conmovidos tan arañados por el tiempo.
Y cuando asome el alba les diré adiós un año más a todo y a todos.
Y acariciado por la sombra de recuerdos entrañables que laten en apacible silencio por fin descansaré.