La palabra es:
DESMORONAMIENTO.
Cada día luce más espléndida.
Hace dos años que todo se agrieta.
La vida.
La ilusión.
La esperanza.
Me está costando transitar este 2022.
Busco el sol.
Busco el mar.
Pero no sirve de nada.
Ya no hay magia.
Cuando llego
veo gente disecada
con la mirada clavada en el horizonte.
Silencio en las bocas.
Dolor en el alma.
Van.
Vienen.
De ningún lado hacia ninguna parte.
Son/somos fantasmas de un mundo roto.
Miro a mi alrededor cada día con más inquietud.
El panorama es desolador.
Son/somos burbujas de vida triste.
Aisladas.
Asustadas.
Amenazadas.
Hasta los poemas se están resintiendo.
Este de hoy parece que tiene fiebre y tose.
Llamaré al 061.
Pero me atenderá un robot...
Y no entenderá lo que me está pasando.
Quizá si busco una farmacia de humanos...
Puede que tengan test de antígenos poéticos.
Pero me temo que también darán falsos negativos...
Un desastre.
Todo.
Sí.
Lo repito.
La palabra es:
DESMORONAMIENTO.
Todas mis convicciones.
Todos mis refugios.
Todos mis recursos mágicos...
Todo se ha evaporado y desaparecido.
Hasta la música ha dejado de salvarme.
Todas las canciones evocan vidas que ya no son.
Y que ya no serán.
Y me duelen.
Despiertan recuerdos
de cuando el mundo era luz
y ahora mis ojos
se han acostumbrado a la oscuridad perpetua.
Solo me queda la nada.
La nada me mira.
La nada me ama.
No tardaré demasiado en casarme con ella.
Mientras tanto seguiré malviviendo y escribiendo.
Ese es mi único faro.
Ese es mí último aliento.
Plantar sentimientos y palabras en ecos y sombras.
Agricultor inesperado
de un mundo plagado de miedos y tristezas
seguiré sembrando latidos y poemas
en los vacíos inmaculados de los días que acaban de nacer.