Justiniano está muy enfadado
con los jugadores de ajedrez del parque
porque no le dejan jugar con ellos
los malditos mentirosos dicen
que Justiniano hace trampas
y entre delirios esquizofrénicos le acusan
de que cuando está a punto de perder
siempre saca un par de dados del bolsillo
los lanza sobre el tablero
y recupera el número de piezas
que indican los dados
por eso ante tamañas calumnias
propias de mentes prostituidas
aliadas en una conjura de perdedores
Justiniano quiere darles una lección
por lo que de buena mañana se ha subido
con una bolsa de piedras
a la copa del árbol más cercano
del lugar donde se celebran las partidas
y después de un rato largo
cuando ya están todos jugando
ha empezado a dar jaque mate
a los reyes de todos los tableros
lanzando piedras de forma memorable
con prodigiosa puntería
y cuando ha ganado todas las partidas
ha estado riendo media hora sin parar
pero ahora Justiniano
está un poquito preocupado
porque los mentirosos vengativos
están arremolinados alrededor del árbol
mirándole con muy mala cara
y además cinco de ellos
sangran inexplicablemente por la cabeza.