Justiniano ha decidido olvidar
todo lo que le recuerde a la panadera
por eso ha tenido la generosa idea
de aprovechar las doce baguettes
que ya estaban resecas
y compartirlas amablemente
con toda esa gente maravillosa
que reside en su barrio
a la que respeta y admira tanto
para ello las ha empapado en agua
y después de desmenuzarlas
se ha sentado en un banco del paseo
y cuando ve un grupo de vecinos
comienza a hacerles señas
para llamar su atención
hasta que los tiene cerca
entonces Justiniano se levanta educado
les da las gracias por adelantado
los señala cariñosamente con el dedo
y de forma inesperada se sube en el banco
empezando a girar sobre si mismo
moviendo los brazos
como si fueran alas de gallina
para inmediatamente después
arrojarles migas de pan mojado
mientras les llama Titas!!!, Titas!!!, Titas!!!
y con gestos entusiasmados
les anima a poner un huevo
pero de tremendos desagradecidos
el mundo está lleno
y la mayoría le miran mal
otros le dicen loco
o se acercan peligrosamente
amenazándole con gestos
aunque todo eso a él no le importa
porque le divierte mucho
cuando para finalizar
acierta con la miga más gorda
en la frente del vecino más irritado
y tiene que escapar corriendo.