Hasta los latidos de amor
se ahorcan un día
en el árbol insensible
del cansancio y la indiferencia.
Entonces queda el cuerpo.
El nombre.
Y el poco tiempo.
Resumiendo:
Un triste inventario
de futuros escuálidos.
Y aún así
la vida
se despierta
cada mañana
como si no pasara nada.
Y aunque esté rota
y aunque esté mutilada
el hombre sabio no se amilana.
Sonríe con amargura y sigue su camino.
Un día más.
Hacia no se sabe.
No importa.
El hombre sabio tiene heridas de mil batallas.
Ha vuelto de todas las guerras.
Vivo pero muerto.
Muerto pero ha sobrevivido.
Y una muesca mas en el corazón no lo mata.
El hombre sabio entierra esos latidos
en la tumba de los sueños que no nacieron
y antes de decirles adiós les arroja el último beso.