Un día.
Otro.
Otro.
Otro...
Mañana.
Tarde.
Noche.
Lo mismo
y lo mismo
una y otra vez.
Y así
toda la vida.
Qué mundo tan aburrido.
Siempre
y siempre
la misma rutina.
Y otro día.
Y otro.
Y otro...
Si yo fuera Dios
cambiaría aleatoriamente
el sentido de rotación de la Tierra.
Varias veces al día.
Sin avisar.
Y la haría girar
a diferentes velocidades
con mil aceleraciones y parones.
Ese mundo sí que sería divertido.
De repente
la gente caería al suelo
como si fuera una película de risa.
Los patinetes eléctricos
se convertirían en toros mecánicos
y sus conductores volarían hacia el cielo.
Los perros
como justa penitencia
pisarían sus excrementos.
Los GPS tomarían antidepresivos.
Los pájaros chocarían en el aire.
Los niños estarían mucho más locos que nunca.
Y los creyentes se pasarían la vida
rezando fervorosamente al imprevisible Dios Chifladón.