A Justiniano no le gusta que la gente esté triste
y eso es lo que ocurre siempre en los entierros.
Por eso esta mañana y para borrar esas tristezas
ha ido a diferentes salas de velatorios del tanatorio
y cuando se han despistado los familiares
de los impasibles y amarillentos difuntos
que reposan eternamente en las salitas adjuntas
los levanta del ataúd dejándolos sentados
con los brazos y manos en posición de aplaudir
les pinta con una brocha una enorme sonrisa roja
y tras colocarles un gorro de papel charol dorado
con muchas estrellitas, lunas, soles y purpurina
bien anudado y sujeto en la barbilla de los fallecidos
completa el nuevo y fascinante look
con generosos puñados de confeti multicolor
sobre las aburridas y oscuras ropas de morir
hasta que los difuntos parecen los reyes de la fiesta
pero su encomiable y generoso trabajo en busca de la alegría
no ha sido bien acogido por decenas de familiares desequilibrados
que han intentado estrangular y golpear sádicamente a Justiniano
hasta que tras tirarles a la cara el resto de pintura roja ha podido escapar.