La vida en Praga estaba más cara
de lo que imaginaba Justiniano
y para poder hacer frente
a todos los gastos inesperados
entre ellos atender los caprichos
de la hermosa y angelical Michaela
una checa de gustos exquisitos
que conoció a orillas del Moldava
Justiniano no ha tenido más remedio
que olvidarse de perfeccionar el japonés
y dedicarse a obtener ingresos extras
por lo que con una enorme olla vieja
que encontró en un contenedor de basuras
y una cuchara que distrajo de un restaurante
se ha dedicado a amenizar vestido de samurai
las románticas veladas nocturnas
de innumerables grupos de turistas
que cenaban en las terrazas del centro de Praga
con unos vigorosos conciertos de gong
ejecutados a escasos centímetros
de los afortunados oídos de los comensales
obteniendo de forma inmediata y entusiasta
el apoyo económico de los embelesados turistas
ante tan prodigiosa interpretación musical
pero la envidia de los ineptos músicos checos
no se hizo esperar y a los pocos días
la traicionera y corrupta policía de Praga
le prohibió seguir demostrando su virtuosismo
por lo que Justiniano al quedarse sin ingresos
ha tenido que regresar a Barcelona
tras despedirse con tristeza de la bella Michaela
a la que dejó sin palabras en la boca
al regalarle el gong como prueba de su amor.