UNA MALDITA ESTAFA

El mundo es oscuro.
La vida es cruel.
El futuro es un pozo muerto.
Los días son pantanos
tenebrosos y malolientes
cada vez más difíciles de soportar.
Hay días que me detengo
y miro alrededor
y miro a la gente
y no comprendo nada.
Tantas prisas.
Tantos afanes.
Tantos despropósitos.
Me fijo bien en la gente
y la verdad me noquea:
todos son medio monstruos.
Los adultos son irrecuperables.
Los niños son aprendices
de futuros esperpentos humanos.
Incluso las mujeres guapas
ya me parecen ranas pintarrajeadas.
Pero nada...
No protesto más
porque los cuerdos
me señalarán con el dedo
y son capaces de medicarme
o de ingresarme en un manicomio
para que me vuelva como ellos.
Nada...
Hay que seguir andando.
Hacia ninguna parte.
Andando entre la basura
y mirando el cielo contaminado
suspirando por volar
con alas inútiles y cursis
de alegría de saldo
y cantando felices
como pajaritos retrasados.
Y por si fuera poco
hay que seguir andando
con una sonrisa
y disfrutando del lodazal
que cada día
nos engulle un poco más.
Algunos repiten
como si fueran mantras
frases de Bucay o de Coelho
para cerebros fosilizados
y dedican toda su vida
a buscar la felicidad
con el mismo éxito
que si buscaran al Ratoncito Pérez.
Otros ven apariciones.
Otros hablan con extraterrestres.
O con mil dioses.
No.
Yo no miento.
Yo no invento.
Yo no deliro.
Yo todavía veo y pienso.
Seguiré andando
entre el rebaño
porque así lo ordena
mi instinto de supervivencia
pero digo alto y bien claro
que esta vida es una maldita estafa.