Algo raro ha pasado esta noche.
Ya no soy el que era.
Están desapareciendo recuerdos:
Barcelona, poemas, familiares, amigos...
De hecho ya no queda nada de lo que fui.
Ha sido por culpa de la noche bruja.
Cada cierto tiempo sucede.
Ahora soy francés.
Mis padres
Julien y Camille
viven en Normandía.
Están jubilados.
Él era encuadernador y ella maestra.
Poco a poco aparecen más recuerdos.
Estoy divorciado de Monique.
Vive en Lyon.
Con ella viven mis dos hijos: Jules y Élodie.
Yo resido en París.
En un apartamento del Quartier Latin.
Siguen llegando recuerdos nuevos.
Parece ser que mi prima Anaïs y yo estamos liados.
Un romance apasionado
que empezó de bien jóvenes
y que fue la causa de mi divorcio.
Hoy he quedado con ella para cenar y luego vamos al teatro.
Espero que vaya bien porque a veces acabamos peleando.
Cuando eso ocurre lo pasamos muy mal aunque siempre nos reconciliamos.
Pero me estoy cansando.
Son muchos años con esta relación que nadie de la familia acepta.
Y Anaïs ya no es la que era... se le está agriando el carácter.
Por si acaso yo estoy aprendiendo alemán.
Las noches brujas son imprevisibles.
De repente te cambian la vida.
Y no puedes evitarlo.
Cualquier día despierto y me llamo Ludwig.
A ver cómo será mi desconocida prima germana.
Con un poco de suerte quizá se parezca a Marlene Dietrich.
Ojalá sea divertida y que lo pasemos muy bien en las noches berlinesas.
Y no descarto acabar mi periplo vital en Bangkok
comiendo tallarines fritos, sonriendo como un chiflado y bebiendo cerveza.
Bien lejos del mundo occidental que está lleno de gente amargada y aburridísima.