LLUEVEN GALLINAS

Llueven gallinas
por las noches
en los cementerios
y los muertos
apartan las lápidas
y desde los nichos
extienden sus esqueléticos brazos
y de vez en cuando
atrapan alguna
y la devoran entera
incluidas plumas y cabeza
y se les llenan de sangre
los dientes amarillentos
y cuando ya están satisfechos
arrojan los restos de las gallinas
a los muertos torpes
que siguen braceando
con muy mal genio
en espera de gallinas
cuando ya hace mucho
que han dejado de llover
y poco a poco el cementerio
se va serenando
y los muertos ponen otra vez
las lápidas en su sitio
y el silencio de la muerte
va impregnando el lugar
y después amanece
y sale el sol
y aparecen los primeros familiares
muy tristes y resignados
con ramilletes de flores
en sus entristecidas manos
y nada más
ni un bocadillo
ni una tortilla de patatas
ni un maldito guiso de ternera
como si los muertos
pudieran vivir del aire.