MUSAS EN DESCOMPOSICIÓN

Abro el cajón de los poemas.
Flores marchitas.
Latidos suicidados.
Corazones agrietados.
Sirenas muertas.
Hadas desaparecidas.
Musas de todo tipo y condición
en diversos estados de deterioro.
No queda nada.
Sus poemas antes tan relucientes
ahora se pudren en silencio
y piensan cada día
en lo ridículo de su absurda existencia.
Yo sigo escribiendo.
Ya para nadie.
No hay musas inmunes al paso del tiempo.
Ahora escribo para las palabras.
Para que no se me pudran en el corazón.
Las arranco con cuidado de mis sentimientos
y luego las coloco lo mejor que puedo
para que con suerte alguien las lea
y no se sientan tan inútiles como yo.
La vida de la gente
no son las palabras
ni tampoco los poemas.
Son la comida y el dinero
los proyectos y los egoísmos
las mentiras y las envidias
las vacaciones y los futuros
el dinero y el porvenir
los sueños y los disparates
la hipocresía y el "yo soy más".
De vez en cuando
abandonan su mundo lamentable
y se disfrazan de musas
y durante un tiempo juegan a sentir.
Pero luego se cansan
y abandonan lo etéreo
y vuelven a lo material y a lo terreno.
Y ya no inspiran a nadie.
Y los poetas
cuando las recuerdan
tienen ganas de pegarse un tiro
y se escapan corriendo
buscando un tren al que arrojarse
y saltan por la ventana
completamente avergonzados
y se comen los poemas que les escribieron.
Esas musas ya no son nada.
Son trozos de carne y huesos
reptando por la vida
y por el barro
que algún día maravilloso
alguien enterrará en alegre silencio.