PUÑALES EN EL MAR

Diciembre frente al mar.
Atardece.
Dos puñales clavados en los ojos.
El mar no está.
Ha dejado un holograma y se ha fugado.
No lo critico.
Hace mucho frío y no hay nadie en la playa.
Para qué se va a quedar?
Han puesto un decorado para incautos y crédulos.
De vez en cuando pasa alguien corriendo hacia la oscuridad.
Son fantasmas que van y vienen intentando ganarle al tiempo.
Perderán.
Morirán igual.
Como todos los demás.
No quiero pensar en las fiestas que se acercan.
Me sienta mal.
Tengo la mirada cada vez más apagada.
Y por la tele me bombardean con la felicidad y bla bla bla.
No pensar.
No pensar.
No pensar.
Me concentro en el holograma y sus raquíticas olas de cartón.
Habrá peces de plástico debajo?
Dos bancos más allá del mío se sienta una loca como yo.
Lo he visto en su mirada.
Es una loca de primera.
De champions.
Murmura todo el rato.
Está hablando con nadie.
Me da envidia.
Si tengo suerte en el futuro seré como ella.
Y ya nunca más me sentiré solo.
Aunque tampoco creo que le esperen unas fiestas maravillosas.
El holograma empieza a estar preocupado.
Dos locos lo miran fijamente.
De repente se hace de noche y el holograma casi no se ve.
Allí dejo a miss cacatúa murmurando.
Y también a sus interlocutores invisibles.
Me levanto y vuelvo al mundo de los cuerdos.
Al de los farsantes.
Al de los escaparates rutilantes.
Al de los balcones adornados por dementes.
Al de las tiendas de chinos iluminando hasta los hígados.
Al de la decoración navideña perpetrada por psicópatas del horror.
Miedo me da.
Dos puñales en los ojos y como esto siga así el tercero en la yugular.