Aquello sucedió.
Lo juro.
Llevabas años muerto y me avisaste
para que salvara a tu hijo de la muerte.
Y lo hice.
Tú te suicidaste y tu hijo quería seguirte.
No había superado el perderte.
Lo salvé del gas.
Jamás he sido el mismo.
Atrás quedó mi escepticismo.
Ahora sé.
Cuando pienso en ello tiemblo.
Apenas nos conocíamos.
Y viniste en mi busca como buen padre.
Yo estaba vivo.
Tú sabías lo que iba a pasar.
Yo te ayudé.
Sé que me lo agradeces.
Nos veremos.
Ay, este poema es maravilloso. Se me erizó la piel al leerlo. Muy bueno.
ResponderEliminarNo me gusta la muerte, no se como tratarla, si la invitas se queda para siempre, y eso es mucho tiempo.
ResponderEliminar16/08/12
ResponderEliminar"Cada día nacemos y cada día morimos un poco...
La vida es una sucesión de amaneceres y ocasos, una de cuyas tareas pendientes definitivas es la muerte.
La otra... intentar amar y no morir en el intento..."
Un beso de "esos"... T.Q.
:)
Un poco duro.
ResponderEliminarEres luz, mi toro bello.
ResponderEliminarBesitos de luz
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn besazo, Toroguapo.
ResponderEliminar:)
Un besazo, Toroguapo.
ResponderEliminar:)
Wowwwwwww esto si que me deja asombrada, porque siempre he sido bastante escéptica, de hecho, cuando me ha pasado alguna cosa parecida siempre he intentado buscarle una causa racional, quizá lo he hecho siempre para no considerarme una tarada del todo.
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