LA GRAN FARSA

Bien.
No queda ni el gato.
Esta es la realidad.
La real.
Y la virtual.
Se acerca la navidad.
Los cuerdos
están poniéndose a punto
para la gran farsa
y hasta los muertos
están adornando las tumbas.
Es el tiempo
de la falsedad
vestida con purpurina.
Me entran escalofríos
al pensar
en lo que podría
haberme convertido.
Ahora estaría
andando entre codazos
para conseguir el regalo de moda.
O comprando mucha comida
para dar de comer a los cerdos
hasta que les reviente el pantalón.
O a punto de llorar
lágrimas borrachas
por la mentira emotiva de cada año.
Cómo puede ser
que el mundo esté tan loco...
Los pobres
deberían matarnos
a palos
y después escupirnos en la cara.
Y hacernos comer
los árboles de navidad
hasta que reventáramos.
Y después quemarnos
para purificar el jodido planeta.
Bien.
No estoy ahí.
Estoy en la otra punta de ahí.
En la punta helada
del existencialismo más terrible
y besándome con la misantropía.
Hace mucho frío
pero no molesto a nadie.
Escribo
juego al ajedrez
y leo cuando tengo ganas.
La soledad más puta de todas
me ha nombrado su hijo predilecto
y lo único que me da miedo
es que el vacío
que va comiéndome
cada año
pierda también la cabeza
y aparezca
vestido de Papa Noel
cualquier noche de estas.